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Nos manifestamos por mundos despatriarcales y desjerarquizantes

28 de abril de 2023

Por Grupo de Trabajo “Cuerpos, Territorios, Resistencias” - CLACSO

Ante la publicación de la entrevista a la Weychafe, compañera e intelectual Moira Millán, en el diario El Salto, así como del capítulo intitulado “The walls spoke when no one else would: Autoethnographic notes on sexual-power gatekeeping within avant-garde academia” – Las paredes hablan lo que nadie más dirá: Notas auto-etnográficas sobre el poder-sexual como control de acceso en la academia progresista (Viaene, Laranjeiro y Tom), no solamente no podemos callar sino que debemos señalar que, desde tiempo atrás, hemos venido levantando la voz y acciones concretas personales y colectivas, en nuestros propios espacios académicos, universitarios, activistas, organizacionales y en nuestras colectivas, redes y movimientos para denunciar, combatir las jerarquías de saber/poder intrínsecas a la Academia, así como la violencia de género, el acoso y el abuso sexual. Sin embargo, reconocemos que todo lo que hemos logrado hacer y caminar sigue siendo insuficiente y requiere no parar, redoblar esfuerzos, tejer más y más luchas, sintonizarnos mejor para poder parar/transformar de raíz las actuales guerras y violencias contra las mujeres, la Madre Tierra, les otres, les niñes y los pueblos del mundo.


No podemos olvidar que el patriarcado es la forma más antigua de dominación. La humanidad aprendió a dominar en el cuerpo de la mujer, como bien lo afirman los diversos feminismos de Afro/Abya-Yala/Latinoamérica. El patriarcado es una configuración onto-epistémica que privilegia la jerarquía, la apropiación, la negación de lxs otrxs, el control, el fetichismo de las cosas, la reproducción, la violencia y las guerras. Moldea profundamente las subjetividades y afecta la vida de todes. La Academia ha sido uno de sus pilares más efectivos, pues ha participado activamente en la creación de dicha visión de mundo instrumental, objetivizante, competitiva y jerárquica a través de sus prácticas naturalizadas de saber/poder.


La crisis civilizatoria por la que transita el planeta Tierra es el resultado del cis-heteropatriarcado en su entroncamiento histórico con el capitalismo, los colonialismos, el antropocentrismo y las jerarquizaciones raciales, sexuales y capacitistas. Este es el complejo trasfondo que invocamos al denunciar las múltiples formas de violencia ejercidas sobre las mujeres, las cuales han sido una constante de la historia. Es el mismo trasfondo que ha desatado el Terricidio (Moira Millán), potente cosmopolítica conceptual acuñada por el Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir que se originó en el Puelmapu hace ya una década.


Ante la intensificación de la barbarie cis-heteropatriarcal con la policrisis, reafirmamos nuestra determinación de lo que venimos ya haciendo y no solo diciendo o suscribiendo: seguir luchando encarnada y situadamente para transitar hacia la creación de sociedades verdaderamente pospatriarcales, pluriversales centradas en el cuidado, la cooperación, la libertad y la erradicación de toda forma de jerarquía subordinante –sociedades donde todas, todos y todes, junto con los demás seres vivos, podamos co-existir nosótricamente, en crianza mutua y, como nos dice la ecofeminista venezolana Liliana Buitrago, en el ejercicio amoroso de la interdependencia (chat del Pacto Ecosocial del Sur). Nuestro compromiso con este proyecto colectivo en construcción ha sido -y es-, desde nuestro quehacer diario. Pero sabemos que aún se requiere de la creación sostenida de sociedades y academias (así, con “a” minúscula y en plural) muy diferentes a las actuales.


La Academia: un campo de disputa


La Academia (con A mayúscula y en singular) es para nosotras(os) un campo de disputa y estamos ahí, sin duda, posicionadas(os) todos y todas las que osamos entrar en él, dialogar con él, retarlo, habitarlo y/o co-construirlo. Muchas(os) de nosotras(os) hemos ocupado ese espacio por decisión y convicción y sabemos minuto a minuto a qué nos enfrentamos. Por eso es que el manifiesto “Todas sabemos“ nos resuena e interpela cuando afirma que el extractivismo epistémico es estructural y no solo un evento aislado en la Academia. Cuando afirma que la Academia es jerárquica y jerarquizante y que promueve la acumulación de poder de quienes están en la cúspide. Muchos de ellos, en tiempos recientes, han sido acusados de abuso y acoso moral o sexual. En este contexto, las mujeres que denuncian son cuestionadas, mientras que el denunciado se presenta entonces como “víctima”.


Vale agregar que, por lo general, los sistemas para reportar el acoso sexual y moral, así como el extractivismo epistémico, lejos de abordar y reparar el daño resultan, muchas veces, en meras declaraciones que dan la impresión de que algo se hará, pero en el fondo “sirven de movimientos performativos que validan el no hacer realmente nada” (e.g., Sara Ahmed). De igual manera hay que tener en cuenta que tanto la forma que toma el acoso como las respuestas institucionales suelen ser diferenciadas, especialmente cuando se trata de académicas, activistas e intelectuales de grupos subalternizados y racializados. ¿A quién le importan? (Yu Derkys) ¿Quién está dispuesto a escuchar esas denuncias? ¿Cuántas mujeres racializadas y subalternizadas no están cansadas de hablar y hablar y de que nadie las escuche? ¿Quién está dispuesto a hacerse tiempo para escuchar e interlocutar en medio del no-tiempo-violento-y-sistémico en el que vivimos?


La Academia no deja de ser un reflejo de la sociedad sembrada por opresiones y rebeliones, con la diferencia de una autonomía reconocida para proteger el pensamiento crítico. Este en muchas ocasiones es instrumentalizado para proteger a quienes ocupan lugares de poder. Los abusos sexuales, tal y como sucede en el resto de la sociedad, son la parte visible de un sinfín de prácticas cis-heteropatriarcales y machistas que van desde la complicidad entre académicos(as) a la hora de publicar y el recircular citaciones hasta los abusos y acosos sexuales que se han denunciado y se denuncian constantemente.


Mujeres indígenas y Academia


En noviembre del 2018 en Buenos Aires, en una cena informal de intercambio de nuestras vidas y luchas, la compañera Moira Millán nos compartió a varias(os) de nosotras(os) lo que ahora se publicó en el periódico El Salto. A la distancia uno podría preguntar: ¿por qué Moira lo compartía solo en el espacio privado? ¿Por qué no había hecho la denuncia legal correspondiente? En su entrevista, Moira menciona sus razones. Haciéndonos una severa autocrítica, podríamos preguntarnos: ¿por qué nosotras(os) -sus escuchas- no actuamos contundentemente y, en ese mismo momento, la instamos y acompañamos a emprender la denuncia correspondiente ante las instituciones académicas a las que pertenecía el denunciado o con las que colaboraba en un claro rol de liderazgo intelectual transnacional? ¿Qué sí hicimos?: 1) Acuerpar a Moira y al movimiento del que ella es parte, en los espacios académicos a los que las habíamos invitado. 2) Articular incansablemente -varias de nosotras(os)- con ella y el movimiento, así como con otras compañeras y movimientos, para buscar mejores maneras de enfrentar violencias y despojos. 3) Fortalecer el tejido transnacional de alternativas autonómicas de facto y sin permiso.


Vale agregar que al día siguiente de la referida cena arrancaba el panel al que habíamos invitado a Moira Millán y a las compañeras del Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, todo en el marco del “Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico” y de la 8va Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales de CLACSO. Ahí tuvimos la oportunidad de hacer con Moira, nuestras otras invitadas y el público asistente, un primer acto político-académicopara exigir un lugar digno para llevar a cabo nuestro panel. Entonces procedimos a una toma colectiva del espacio frente a uno de los auditorios grandes. La gota que derramó el vaso fue el imposible acomodo de la silla de ruedas donde trasladaban a la colega feminista Mercedes Olivera (en paz descanse) quien era nuestra comentarista. La silla de Mercedes ni siquiera podía entrar en el diminuto espacio que había merecido nuestro panel. Luego de la toma, ya en el auditorio grande, continuó la participación de Moira y de todas las mujeres indígenas invitadas por nuestro Grupo de Trabajo “Cuerpos, Territorios, Resistencias” (GT CUTER).


Un auditorio repleto acuerpó con contundencia el panel y la palabra de las invitadas. De alguna manera, el acto de rebeldía que protagonizamos –invitadas, anfitrionas y público–, se tradujo en algo así como: ¡No pasará ni un solo trato no-digno para mujeres racializadas, subalternizadas! Eran tiempos en que la CLACSO aprobaba la entrada de más y más grupos de trabajo donde había lideresas, intelectuales y sabias(os) de territorios comunales. Así que creemos que nuestra “revuelta colectiva” sentó un precedente importante.


Las palabras y el actuar de Moira sintonizaba con el nuestro y nos ayudaron a ratificar el camino -personal y colectivo- que traemos desde décadas, antes de 2016 en que empezamos a ser el Grupo de Trabajo CUTER: habitar las instituciones académicas y universitarias de las que somos parte, las instituciones alternas que vamos construyendo con las mujeres, les otres y los pueblos en resistencia, de manera digna y respetuosa buscando no caer en ventriloquías y extractivismos. Abrir espacios dentro y fuera de la Academia para ir posicionando el tipo de trabajo/vida/lucha que ellas y nosotras(os) practicamos.

Cotidianamente, en los diversos territorios que habitamos (incluido el territorio académico), minuto a minuto, caminamos con nuestra cuerpa y senti-pensamiento acciones concretas para enfrentar las violencias, opresiones y guerras. Esa es la forma en que diferentes miembras(os) del Grupo de Trabajo CUTER abrazamos, acuerpamos y “retejemos la red de la vida” (Lorena Cabnal y la Red de Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario Territorial) de la mano de mujeres indígenas, afrodescendientes, afrodiaspóricas, campesinas, populares, alter-urbanas, así como de diversidades sexuales en diferentes tiempos y geografías.


Las salidas del laberinto: insuficientes y peligrosas


Respetamos y comprendemos los diversos caminos que las denunciantes de abuso y acoso sexual toman en la búsqueda de justicia, de reparación del agravio, así como para lograr la sanación de toda la sociedad. Creemos que al centro de nuestras reflexiones y denuncias sobre el acoso sexual y el extractivismo epistémico, debe estar el cuidado. Es importante tener en cuenta los tiempos de quienes habiendo sido violentadxs comparten en confidencialidad sus experiencias. Respetar los tiempos para sanar es una forma de cuidado. Esto significa no tomarse el derecho de exponer públicamente una experiencia de acoso sexual y extractivismo epistémico sin el consentimiento explícito y el acompañamiento a la persona violentada. Hacerlo re-victimiza y promueve el punitivismo y no la reparación. En pocas palabras, al centro están las víctimas, sus tiempos y necesidades.


En muchos casos, las denunciantes toman la vía legal o jurídica. De hecho, hoy los movimientos de mujeres y de pueblos en resistencia están, simultáneamente, en los tribunales y en las calles movilizándose. Viene entonces una pregunta obligada: ¿de qué justicia hablamos? ¿Cómo alcanzarla? ¿Qué vía –de las múltiples posibles– tomar? ¿Quiénes nos sentimos interpeladas(os) para acompañarlas? Y todo ello sabiendo que, hasta en los países llamados “democráticos”, la justicia impartida por el Estado se compra y en los países no-democráticos las violencias de género en más de un 95% quedan impunes. Dicho esto, no es extraño que afirmemos que no podemos esperar mucho de la justicia cis-heteropatriarcal ofrecida por las instituciones académicas o por el Estado.


Sabemos que el aparato punitivo y la cultura del castigo son parte esencial del andamiaje del Estado y de las sociedades modernas y que, a través de ellas, se perpetúan las sociedades carcelarias articuladas a la extracción y la acumulación, con sistemas de justicia que pretenden mantener “la seguridad y el orden” mientras se ensañan contra las poblaciones empobrecidas, marginalizadas y racializadas.


Como señala un reciente texto sobre anti-punitivismo feminista, ninguna salida está libre de contradicciones y complejidades. Más aún, somos conscientes de la importancia de reconocer que “el debate sobre anti-punitivismo no puede caer en la fácil tentación de acomodarse en lo teórico” (Laia Serra). Esta es la tentación institucional y academicista. Para el anti-punitivismo feminista hay que adentrarse en la “tormenta política de la puesta en práctica” de las justicias, si bien el horizonte teórico-político pueda/deba ser la autogestión feminista de las violencias y la visión abolicionista de la sociedad y la justicia. Como bien dice la autora: “la autogestión colectiva de las violencias al margen del Estado [del aparato de la ley y del aparato punitivo que lo subyace] es una alternativa que aún está en construcción” y, agregamos nosotras(os), presenta otros riesgos y retos.


Somos testigas(os) de la digna rabia que expresa Moira en su denuncia y con ella, muchas mujeres que no han recibido la atención necesaria y que siguen padeciendo la violencia del sistema cis-heteropatriarcal, académico y del despojo en diferentes territorios. Como trabajadoras(es) de las Ciencias Sociales miembros del GT CUTER resistimos con y entre pueblos –mujeres, hombres, niñes, jóvenes y comunidades enraizadas con la tierra–. Las denuncias que vamos acompañando o acuerpando en procesos, trayectos de investigaciones colaborativas, investigaciones desde las acciones colectivas nos permiten afirmar que el subconsciente cis-heteropatriarcal también se reproduce en muchas colectivas, organizaciones y movimientos alter-nativos. Quebrar a las mujeres, por vía sexual, hace parte del despojo y del dominio imperialista-capitalista-homocéntrico que pretende aniquilar la dignidad personal y las subjetividades colectivas y comunales.


Nos convocamos y les convocamos a seguir creando lugares concretos de desjerarquización del poder y lugares de sanación frente a la impunidad institucionalizada y estatalizada. Como trabajadoras(es) de las Ciencias Sociales en intersección con artistas, activistas y feministas territoriales y comunales, seguiremos desenmascarando y combatiendo, personal y colectivamente, cualquier forma de humillación, exterminio y cooptación de mujeres en los territorios y, persistiremos en seguir sanando del sistema cis-heteropatriarcal en los diferentes lugares donde estemos, del género que seamos, de los territorios que habitamos y de las historias que escribimos y caminamos.


Los movimientos de víctimas de violaciones de derechos humanos enfatizan cuatro criterios que nos parecen eminentemente aplicables a los casos de acoso y abuso sexual: el derecho a la verdad, a la reparación, a la no repetición y a la justicia. En ese sentido instamos a las diversas instituciones académicas (nacionales, latinoamericanas, caribeñas y transnacionales) involucradas –de una u otra forma– en casos de abuso y acoso sexual y de extractivismo epistémico a revisar sus protocolos y comités de ética y de violencia epistémica y de género. Es, sin duda, importante declarar “tolerancia cero y rechazo al acoso sexual” (CLACSO) pero creemos que es insuficiente.


Creemos que en todos los espacios donde nos movemos y desempeñamos como trabajadoras(es) de las Ciencias Sociales, activistas y feministas debemos seguir trabajando en colectivo y de la mano de las autoridades institucionales en la implementación de protocolos, comités y políticas internas (explícitamente accesibles) para promover los mecanismos adecuados y expeditos para prevenir, denunciar, debatir, actuar frente a actos de abuso y acoso sexual y de violencia de género y epistémica. Cada institución académica nacional por lo general tiene comisiones y códigos ad hoc, las coordinadoras académicas supranacionales lo deben de tener, revisar y actualizar permanentemente. Y si no lo tienen, crearlo. No es suficiente –por lo que ya argumentamos arriba– dejar que hagan el trabajo las “comisiones independientes”. Repetimos es insuficiente, e incluso peligroso, por las razones ya argumentadas.


Nos deja sin aliento y nos indigna la respuesta de Boaventura de Sousa Santos reducida a “venganza” ante las ex estudiantes denunciantes vía la auto-etnografía. “La propia teoría social feminista nos señala que no existe lugar alguno, no existe sujeto alguno intocado por las relaciones de dominación y sus intersecciones. Para emanciparnos de ellas, para hacerlas retroceder, tenemos que mirarlas de frente, reconocerlas en nosotras mismas, no tratar de ocultar en qué partes de nosotras habitan… Es sacándoles a la luz, debatiéndolas, que nace la posibilidad de cambio” (Lang y Segato).


También sabemos que requerimos de comunidades académicas y societales dispuestas a debatir a fondo, a aprender permanentemente, a ampliar nuestra imaginación y (re)crear colectiva y permanentemente procesos emancipatorios –praxis libertadoras– frente a las omisiones, indiferencias y cualquier expresión de revictimización de las agraviadas y de las diversas comunidades afectadas. Creemos que lo que también está en juego es la construcción colectiva de sociedades justas, relacionales y sanadoras; mundos otros posibles aquí y ahora, como dicen y hacen las, los, loas zapatistas.


Firmas

Xochitl Leyva Solano (Chiapas, México)

Arturo Escobar (Colombia/EE.UU.)

Rosalba Icaza (Países Bajos/México)

Patricia Botero (Colombia)

Valentín Val (Chiapas, México/Argentina)

Jorge Alonso (Guadalajara, México)

Fermín Ledesma (Chiapas, México)

Maydi Estrada Bayona (GT CUTER)

Aline De Moura (Brasil)

Lola Cubells Aguilar (País Valenciano, España)

Alain Basail Rodríguez (Chiapas, México/Cuba)

Axel Köhler (Chiapas, México/Alemania)

Alberto C. Velázquez Solís (Yucatán, México)

Leandro Bonecini de Almeida (Brasil)

Carmen Ventura (México)

Jesús González Pazos (Euskal Herria - País Vasco)

Luiza Dias Flores (Amazonas, Brasil)

Huáscar Salazar Lohaman (Cochabamba, Bolivia)

Rosa Claudia Lora Krstulovic (Ciudad de México, México)

Wendy Harcourt (Países Bajos)


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EN PORTUGUÉS


Nos manifestamos por mundos despatriarcais e deshierárquizantes.


Diante da publicação da entrevista com a Weychafe, camarada e intelectual Moira Millán, no jornal El Salto, assim como o capítulo intitulado “The walls spoke when no one else would: Autoethnographic notes on sexual-power gatekeeping within avant-garde academia” – As paredes falaram quando ninguém mais faria: Notas auto etnográficas sobre o poder-sexual como controle de acesso na academia progressista (Viaene, Laranjeiro e Tom)–, não somente não podemos permanecer em silêncio, mas devemos ressaltar que, há algum tempo, temos levantado nossas vozes e ações pessoais e coletivas concretas, em nossos próprios espaços acadêmicos, universitários, ativistas, organizacionais. Para, portanto, em nossas coletivas, redes e movimentos denunciar, combater as hierarquias de conhecimento/poder intrínsecas à academia, bem como a violência de gênero, o assédio e o abuso sexual. No entanto, reconhecemos que tudo o que conseguimos fazer e encaminhar ainda é insuficiente e exige não parar, redobrar nossos esforços, tecer mais e mais lutas, sintonizar-nos melhor para parar/transformar radicalmente as guerras e violências atuais contra as mulheres, a Mãe Terra, outres, niñes e os povos do mundo.


Não podemos esquecer que o patriarcado é a forma mais antiga de dominação. A humanidade aprendeu a dominar no corpo das mulheres, como afirmam os diversos feminismos de Afro/Abya-Yala/América Latina. O patriarcado é uma configuração onto-epistêmica que privilegia a hierarquia, a apropriação, a negação dxs outrxs, o controle, o fetichismo das coisas, a reprodução da violência e das guerras. Ele molda profundamente as subjetividades e afeta a vida de todes. A Academia foi um de seus pilares mais eficazes, pois tem participado ativamente na criação de tal visão de mundo instrumental, objetificante, competitiva e hierárquica, através de suas práticas naturalizadas de saber/poder.


A crise civilizatória pela qual transita o planeta Terra é o resultado do cis-heteropatriarcado em sua conexão histórica com o capitalismo, os colonialismos, o antropocentrismo e as hierarquizações raciais, sexuais e capacitistas. Este é o contexto complexo que invocamos ao denunciar as múltiplas formas de violência contra as mulheres, que têm sido uma constante na história. É a mesma origem que desencadeou o Terricídio (Moira Millán), uma poderosa cosmopolítica conceitual cunhada pelo Movimento de Mulheres Indígenas e Diversidades pelo Bem Viver, que teve origem no Puelmapu Mapuche há já uma década.


Diante da intensificação da barbárie cis-heteropatriarcal com as crises policêntricas, reafirmamos nossa determinação de fazer o que já temos feito e não apenas dizendo ou subscrevendo: continuar a lutar encarnada, diária e situacionalmente para avançar em direção à criação de sociedades verdadeiramente pós-patriarcais, pluriversas, centradas no cuidado, na cooperação, na liberdade e erradicação de todas as formas de hierarquia subordinante - sociedades nas quais todas, todos e todes, junto com os demais seres vivos, possam coexistir “nosótricamente” (em radical alteridade), em mútua criação e, como nos diz a ecofeminista venezuelana Liliana Buitrago, no exercício amoroso da interdependência (“chat” do “Pacto Ecosocial del Sur”). Nosso compromisso com este projeto coletivo em construção tem sido –e é– de nosso trabalho diário. Mas sabemos que ele ainda requer a criação sustentada de sociedades e academias (portanto, com um “a” minúsculo e no plural) muito diferente das atuais.


A Academia: um campo de disputa


A Academia (com A maiúscula e no singular) é para nós um campo de disputa e aí estamos, sem dúvida, posicionadas(os) todos e todas nós que ousamos entrar nele, dialogar com ele, desafiá-lo, habitá-lo e/ou co-construí-lo a partir da prática cotidiana. Muitas(os) de nós ocupamos este espaço por decisão e convicção e sabemos minuto a minuto o que estamos enfrentando. É por isso que o manifesto “Todos sabemos” nos ressoa e interpela quando afirma que o extrativismo epistêmico é estrutural e não apenas um evento isolado na academia. Quando afirma que a Academia é hierárquica e hierarquizadora e que promove a acumulação de poder por aqueles que estão no topo. Muitos deles, nos últimos tempos, têm sido acusados de abuso e assédio moral e sexual. Neste contexto, as mulheres que denunciam são questionadas, enquanto o denunciado se apresenta, então, como uma “vítima”.


Vale acrescentar que, em geral, os sistemas de denúncia de assédio sexual e moral, bem como o extrativismo epistêmico, longe de abordar e reparar os danos, muitas vezes resultam em meras declarações que dão a impressão de que algo será feito, mas no fundo “servem como movimentos performativos que validam o não fazer realmente nada” (por exemplo, Sara Ahmed). De igual maneira deve-se ter em conta que, tanto a forma que toma o assédio como as respostas institucionais, são frequentemente diferenciadas, especialmente quando se trata de acadêmicas, ativistas e intelectuais de grupos subalternizados e racializados. Quem se importa com elas? (Yu Derkys) Quem está disposto a ouvir estas queixas? Quantas mulheres racializadas e subalternizadas não estão cansadas de falar e falar e de que ninguém as escute? Quem está disposto a arranjar tempo para ouvir e ser interlocutor no meio do não-tempo-violento-e-sistêmico em que vivemos?


A Academia não deixa de ser um reflexo de uma sociedade semeada de opressões e rebeliões, com a diferença de uma autonomia reconhecida para proteger o pensamento crítico. Isto é, muitas vezes, instrumentalizado para proteger aqueles que ocupam posições de poder. Os abusos sexuais, tal e como acontece no resto da sociedade, são a parte visível de um sem-fim de práticas cis-heteropatriarcais e machistas que vão desde a cumplicidade entre acadêmicos(as) ao publicar e recircular citações, até os abusos e assédios sexuais que tem sido e estão sendo constantemente denunciados.


Mulheres indígenas e a Academia


Em novembro de 2018, em Buenos Aires, em um jantar informal para compartilhar nossas vidas e lutas, a companheira Moira Millán compartilhou com vários de nós o que agora foi publicado no jornal El Salto. À distância, pode-se perguntar: por que Moira o compartilhou apenas em um espaço privado? Por que ela não havia apresentado a correspondente denúncia legal? Em sua entrevista, Moira menciona suas razões. Se somos severamente autocríticos, podemos nos perguntar: por que nós –seus ouvintes– não agimos contundentemente e, naquele exato momento, a instamos e acompanhamos a apresentar a denúncia correspondente junto às instituições acadêmicas às quais o denunciado pertencia ou com as quais colaborava, em um claro papel de liderança intelectual transnacional? Diante do que ouvimos, o que fizemos? 1) Apoiar Moira e o movimento do qual ela faz parte, nos espaços acadêmicos para os quais a tínhamos convidado. 2) Articular incansavelmente –vários de nós– com ela e com o movimento, assim como com outras companheiras e movimentos, para buscar melhores maneiras de enfrentar as violências e expropriações. 3) Fortalecer o tecido transnacional de alternativas autonômicas de facto e sem pedir permissão.


Vale acrescentar que no dia seguinte ao mencionado jantar, começou o painel para o qual tínhamos convidado Moira Millán e as compañeras do Movimiento de Mujeres e Diversidades Indígenas pelo Bem Viver, tudo no marco do “Primeiro Fórum Mundial do Pensamento Crítico” e da 8ª Conferência Latino-Americana e Caribenha de Ciências Sociais da CLACSO. Lá tivemos a oportunidade de fazer, com Moira, nossas outras convidadas e a plateia, o primeiro ato político-acadêmico para exigir um lugar decente para realizar nosso painel. Em seguida, procedemos a uma ocupação coletiva para ter acesso a um dos auditórios maiores. A gota d´água para este levante foi a acomodação impossível da cadeira de rodas na qual se transportava a colega feminista Mercedes Olivera (que em paz descanse), que era nossa comentarista. A cadeira de Mercedes não podia sequer caber no minúsculo espaço que nosso painel havia merecido. Após a ocupação, já no auditório grande, continuou a participação de Moira e de todas as mulheres indígenas convidadas por nosso Grupo de Trabalho "Corpos, Territórios, Resistências" (GT CUTER).


Um auditório lotado encorpou contundentemente o painel e a palavra das convidadas. De certa forma, o ato de rebeldia que protagonizamos –convidadas, anfitriãs e público–, se traduziu em algo como: Não passará um único tratamento indigno para as mulheres racializadas, subalternizadas! Estes eram tempos em que a CLACSO aprovava a entrada de mais e mais grupos de trabalho que incluíam mulheres líderes, intelectuais e sábias(os) de territórios comunais. Portanto, acreditamos que nossa “revolta coletiva” estabeleceu um precedente importante.


As palavras e ações de Moira estavam em sintonia com as nossas e nos ajudaram a ratificar o caminho –pessoal e coletivo– que trazemos durante décadas, antes de 2016, quando começamos a ser o Grupo de Trabalho CUTER: habitar as instituições acadêmicas e universitárias das quais fazemos parte, as instituições alternativas que estamos construindo com mulheres, as/os outres, povos em resistência, de forma digna e respeitosa, procurando não cair no ventriloquismo e no extrativismo. Abrir espaços dentro e fora das academias para ir posicionando o tipo de trabalho/vida/luta que elas e nós (“nosotras(os)”) praticamos.


Cotidianamente, nos diferentes territórios que habitamos (incluindo o território acadêmico), minuto a minuto, caminhamos com nossa corpa e senti-pensamentos, ações concretas para enfrentar as violências, opressões e guerras. Esta é a maneira pela qual diferentes membras do Grupo de Trabalho CUTER abraçamos, encorpamos e retecemos “a rede da vida” (Lorena Cabnal e a Rede de Curandeiros Ancestrais do Feminismo Comunitário Territorial) de mãos dadas com as mulheres indígenas, afrodescendentes, afrodiaspóricas, camponesas, populares, alter-urbanas, assim como de diversidades sexuais, em diferentes tempos e geografias.


As saídas do labirinto: insuficientes e perigosas


Respeitamos e compreendemos os diversos caminhos que as denunciantes de abuso e assédio sexual tomam na busca de justiça, reparação dos danos, assim como para conseguir a cura de toda a sociedade. Acreditamos que no centro de nossas reflexões e denúncias de assédio sexual e o extrativismo epistêmico deve estar o cuidado. É importante levar em conta o tempo daquelas(es) que, tendo sido violentadxs, compartilham suas experiências em confidencialidade. Respeitar o tempo para curar é uma forma de cuidado. Isto significa não tomar o direito de expor publicamente uma experiência de assédio sexual e extrativismo epistêmico sem o consentimento explícito e o acompanhamento da pessoa que foi violada. Fazer isso revitimiza e promove o punitivismo ao invés da reparação. Em poucas palavras, no centro estão as vítimas, seus tempos e momentos.


Em muitos casos, as denunciantes seguem a via legal ou jurídica. De fato, hoje, os movimentos de mulheres e movimentos de povos em resistência estão simultaneamente nos tribunais e nas ruas se mobilizando. Surge obrigatoriamente, então, a pergunta: de que tipo de justiça estamos falando? Como podemos alcançá-la? Qual via –das muitas possíveis– tomar? Quem nos sentimos chamadas(os) a acompanhá-las? E tudo isso sabendo que, mesmo nos países ditos “democráticos”, a justiça dispensada pelo Estado é comprada e em países não democráticos, mais de 95% da violência de gênero fica impune. Dito isto, não é estranho dizer que não podemos esperar muito da justiça cis-heteropatriarcal oferecida pelas instituições acadêmicas ou pelo Estado.


Sabemos que o aparelho punitivo e a cultura do castigo são parte essencial da estrutura do Estado e das sociedades modernas e que, através delas, se perpetuam as sociedades carcerárias articuladas à extração e a acumulação, com sistemas de justiça que afirmam manter a “segurança e a ordem”, ao mesmo tempo em que se enfurecem contra populações empobrecidas, marginalizadas e racializadas.


Como aponta um texto recente sobre o anti-punitivismo feminista, nenhuma saída está livre de contradições e complexidades. Além disso, estamos conscientes da importância de reconhecer que “o debate sobre o anti-punitivismo não pode cair na fácil tentação de acomodar-se com o teórico" (Laila Serra). Esta é a tentação institucional e academicista. Para o anti-punitivismo feminista, é necessário entrar na “tempestade política do pôr em prática” das justiças, embora o horizonte teórico-político possa/deva ser a autogestão feminista das violências e a visão abolicionista da sociedade e da justiça. Como bem dizem as autoras: “a autogestão coletiva das violências à margem do Estado [do aparato da lei e do aparato punitivo que lhe está subjacente] é uma alternativa que ainda está em construção” e, acrescentamos, apresenta outros riscos e desafios.


Somos testemunhas da digna rabia que Moira expressa em sua denúncia e com ela, muitas mulheres que não receberam a atenção necessária e que seguem padecendo a violência do sistema cis-heteropatriarcal, acadêmico e de despossessão em diferentes territórios. Como trabalhadoras(es) das Ciências Sociais, membros do GT CUTER, resistimos com e entre os povos –mulheres, homens, crianças, jovens e comunidades enraizadas na terra. As denúncias que vamos acompanhando ou encorpando em processos, trajetórias de pesquisas colaborativas, e pesquisas a partir de ações coletivas nos permitem afirmar que o subconsciente cis-heteropatriarcal também se reproduz em muitos coletivos e coletivas, organizações e movimentos alter-nativos. Quebrar as mulheres, por via sexual, é parte da despossessão e do domínio imperialista-capitalista-homocêntrico que busca aniquilar a dignidade pessoal e as subjetividades coletivas e comunais.


Nós nos convocamos e lhes convocamos a seguir criando lugares concretos de des-hierarquização do poder e lugares de cura diante da impunidade institucionalizada e sancionada pelo Estado. Como trabalhadoras e trabalhadores das Ciências Sociais em interseção com artistas, ativistas e feministas territoriais e comunais, continuaremos desmascarando e combatendo, pessoal e coletivamente, qualquer forma de humilhação, extermínio e cooptação de mulheres nos territórios, e persistiremos em seguir nos curando do sistema cis-heteropatriarcal nos diferentes lugares onde estivermos, do gênero que sejamos, dos territórios que habitemos e das histórias que escrevemos e caminhamos.


Os movimentos de vítimas de violações de direitos humanos enfatizam quatro critérios que nos parecem eminentemente aplicáveis aos casos de abuso e assédio sexual: o direito à verdade, à reparação, à não repetição e à justiça. Neste sentido, instamos as diversas instituições acadêmicas (nacionais, latino-americanas, caribenhas e transnacionais) envolvidas –de uma forma ou de outra– em casos de abuso e assédio sexual e extrativismo epistêmico a reverem seus protocolos e comitês de ética e violência epistêmica e de gênero. É, sem dúvida, importante declarar “tolerância zero e rejeição ao assédio sexual” (CLACSO), mas acreditamos que isto é insuficiente.


Acreditamos que em todos os espaços onde nos movemos e atuamos como trabalhadoras(es), ativistas e feministas devemos continuar trabalhando coletivamente e em conjunto com as autoridades institucionais na implementação de protocolos, comitês e políticas internas (explicitamente acessíveis) para promover mecanismos apropriados e expeditos para prevenir, denunciar, debater e agir contra atos de abuso e assédio sexual, contra atos de violência de gênero e epistêmica. Cada instituição acadêmica nacional geralmente tem comissões e códigos ad hoc; as coordenadorias acadêmicas supranacionais devem ter, revisar e atualizar tais instâncias permanentemente. E se não as têm, devem criá-las. Não é suficiente –pelo que já argumentamos acima– deixar o trabalho para as “comissões independentes”. Repetimos, é insuficiente, e até mesmo perigoso, pelas razões já argumentadas.


Nos deixa sem fôlego e nos indigna a resposta de Boaventura de Sousa Santos reduzida à “vingança” diante das ex-estudantes denunciantes via auto-etnografia. “A própria teoria social feminista nos indica que não há lugar, nenhum sujeito intocado pelas relações de dominação e suas interseções". Para nos emanciparmos delas, para empurrá-las para trás, temos que olhá-las no rosto, reconhecê-las em nós, não tentar esconder em que partes de nós elas habitam... É trazendo-as à tona, debatendo-as, que nasce a possibilidade de mudança" (Lang e Segato).


Sabemos também que precisamos de comunidades acadêmicas e sociais dispostas a debater em profundidade, a aprender permanentemente, a expandir nossa imaginação e a (re)criar coletiva e permanentemente processos emancipatórios –práxis libertadoras– diante das omissões, indiferenças e qualquer expressão de revitimização das mulheres violentadas e das diversas comunidades afetadas. Acreditamos que o que também está em jogo é a construção coletiva de sociedades justas, relacionais e curativas; outros mundos possíveis aqui e agora, como dizem e fazem as, os, oas zapatistas.


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EN INGLÉS


Statement for depatriarchal and non-hierarchical worlds


After the publication of the interview with the Weychafe, compañera and intellectual, Moira Millán, in the newspaper El Salto, as well as the chapter entitled “The walls spoke when no one else would: Autoethnographic notes on sexual-power gatekeeping within avant-garde academia” (Viaene, Laranjeiro y Tom), we cannot remain silent. We also have to point out that we have been raising our voices for many years through concrete personal and collective actions within our academic, university, activist and organizational spaces, as well as in our collectives, networks and movements. We denounce and challenge the hierarchies of knowledge/power intrinsic to the academy, and the gender violence, harassment and sexual abuse in those institutions. At the same time, we recognize that all we have done is insufficient and requires us to continue, redoubling our efforts, weaving together more and more struggles, and to root out the violence that underlines ongoing wars and the violations of women, children, Mother Earth, all those who are othered.


We should not forget that patriarchy is the oldest form of domination. Humanity learned to dominate the female body in all cultures, as the diverse feminisms of Afro/Abya-Yala/Latin America affirm. Patriarchy is an onto-epistemic configuration that privileges hierarchy, appropriation, denial of others, control, the fetishism of things, reproduction, violence and wars. It deeply shapes subjectivities and affects the lives of everyone. Academia has been one of its most effective pillars through its creation of an instrumental, objectifying, competitive and hierarchical worldview which naturalizes and invisibilizes practices of knowledge/power.


The civilizational crisis that the planet Earth is experiencing is the result of cis-heteropatriarchy in its historical entanglement with capitalism, colonialism, anthropocentrism, and racial, sexual and ableist hierarchies. This is the complex background that we invoke when denouncing the multiple forms of violence exercised against women, which have been constant throughout history. This background unleashed the Terricide (Moira Millán), a powerful cosmopolitical concept coined by the Movement of Indigenous Women and Diversities for Good Living [Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir], which has its origin in Puelmapu a decade ago.


In the face of this polycrisis underpinned by the intensification of cis-heteropatriarchal barbarity, we reaffirm our determination to what we are already doing and not only saying or subscribing to: to continue our on-going struggle through embodied and situated ways in order to move towards the creation of truly post-patriarchal, pluriversal societies centered on care, cooperation, freedom and the eradication of all forms of subordinating hierarchies –societies where everyone, together with other living beings, can co-exist nosótricamente (in togetherness), in mutual nurturing and, as the Venezuelan ecofeminist Liliana Buitrago tells us, in the loving exercise of interdependence (chat, Pacto Ecosocial del Sur). Our commitment to this collective project under construction has been –and is–, from our everyday work. We know this requires the sustained creation of societies and academias (with a lowercase “a” and in plural) very different from the current ones.


The Academy: a contested field


The Academy (with a capital A and in singular) is for us a field of contestation. And, without a doubt, we are all positioned in it once we dare to enter it, dialogue with it, challenge it, inhabit it and/or co-construct it. Many of us have occupied this space by choice and with conviction. We face this reality every minute of our lives. That is why the manifesto “We all know” resonates and challenges us when it states that epistemic extractivism is structural and not just an isolated event in the Academy. When it affirms that the Academy is hierarchical and hierarchizing and that it promotes the accumulation of power of those at the top. Many of whom, in recent times, have been accused of moral or sexual abuse and harassment. In this context, it is the women who denounce who are questioned, while the accused is made to appear as a “victim”.


It is crucial to note that too often the systems for reporting sexual and moral harassment, as well as epistemic extractivism, far from addressing and repairing the damage, result in mere declarations that give the impression that something will be done, but in the end “serve as performative movements that validate not really doing anything” (e.g., Sara Ahmed). We need to be mindful of the fact that the forms that harassment and the institutional responses take are often differentiated when it comes to academics, activists and intellectuals from subalternized and racialized groups. Who cares about them? (Yu Derkys) Who is willing to listen to these complaints? How many racialized and subalternized women are tired of talking and talking and no one listening? Who is willing to make time to listen and act as an interlocutor in the midst of the violent-and-systemic no-time in which we live?


The Academy is thus a reflection of a society traversed by oppressions and rebellions, with the difference of having a recognized autonomy and authority to protect critical thinking. This difference can be instrumentalized to protect those who occupy places of power. Sexual abuse, as in the rest of society, is the visible aspect of a myriad of cis-heteropatriarchal and sexist practices ranging from complicity among academics —when publishing and recirculating citations—, to sexual abuse and harassment that have been and are constantly denounced.


Indigenous Women and Academia


In November 2018 in Buenos Aires, at an informal dinner where we were sharing our lives and struggles, compañera Moira Millán told us what is now published in the newspaper El Salto. With hindsight, one might ask: why did Moira share it only in a private space? Why did she not file a legal complaint? In her interview, Moira mentions her reasons. Exercising critical self-reflection, we could also ask: why didn’t we –her listeners– act forcefully and, at that very moment, urge her to file a complaint and accompany her before the academic institutions to which the accused belonged to or with which he collaborated in a clear role of transnational intellectual leadership? So, what did we do then? 1) Support Moira and the movement she belongs to in the academic spaces to which we had invited her. 2) Several of us have been articulating untiringly with Moira and the movement, as well as with other compañeras and movements, to look for better ways to confront violence and dispossession. 3) Strengthen the transnational networks of alternatives that exercise autonomy de facto and without asking for permission.


The day after the dinner, we, Moira Millán and the compañeras of the Movement of Indigenous Women and Diversities for Good Living, spoke at a panel to which we had invited her. Our panel was part of the “First World Forum of Critical Thinking” [Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico] and the 8th Latin American and Caribbean Conference of Social Sciences of CLACSO [8va Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales de CLACSO]. There we had the opportunity to launch a first political-academic act with Moira, our other guests and the audience, when we demanded a more suitable and worthy place to hold our panel. The last straw and ultimate deciding factor was the impossibility of accommodating the wheelchair of our feminist colleague and commentator, Mercedes Olivera (may she rest in peace). Mercedes’ chair could not fit in the tiny space allotted to our panel. We collectively took over the space in front of one of the large conference halls. Once we had moved to the large auditorium, Moira and all the indigenous women invited by our Working Group “Bodies, Territories, Resistances” [Cuerpos, Territorios, Resistencias-GT CUTER] continued the session.


A packed auditorium strongly supported the panel and the words of the invited speakers. This act of rebellion of which we –speakers, hosts and audience– were all the protagonists, translated into something like this: Not one single undignified treatment for racialized, subalternized women will be allowed! After that moment, CLACSO approved the entry of more and more working groups with the participation of social leaders, intellectuals and wise women elders from communal territories. We believe that our “collective revolt” set an important precedent.

Moira's words and actions were in tune with ours and helped us to ratify the personal and collective path that we have pursued for decades already before 2016, when we started the CUTER Working Group: to inhabit our academic and university institutions, the alternative institutions that we are building with women and diverse others, as well as peoples in resistance, seeking to do it in a dignified and respectful manner without getting trapped by ventriloquism or extractivism. We also open spaces inside and outside Academia in order to position the kind of work/life/struggle that we practice.


Every day, in the different territories we inhabit (including Academia), minute by minute, we feel, think, and embody concrete actions to confront violence, oppression and wars. This is how different members of the CUTER Working Group embrace, embody and “reweave the web of life” (Lorena Cabnal and the Network of Ancestral Healers of Territorial Community Feminism), hand in hand with indigenous, Afro-descendant, Afro-diasporic, peasant, popular, alter-urban women, as well as sexual diversities in different times and geographies.


Exits from the labyrinth are insufficient and dangerous


We respect and understand the diverse paths that complainants of sexual abuse and harassment take in their search for justice, redress of grievances and the healing of society as a whole. We believe that at the heart of our reflections and denunciations of sexual harassment and epistemic extractivism there has to be the principle of care. It is important to recognize the time taken by those who were abused, and who later share their experiences in confidentiality. Respecting the time to heal is a form of care. This means not taking the right to publicly expose an experience of sexual harassment and epistemic extractivism without the explicit consent and accompaniment of the abused person. Because it re-victimizes and promotes punitive measures instead of reparation. In short, what must be at the center of our response are the victims and their temporal dynamics and needs.


In many cases, the plaintiffs take the legal route. In fact, today the movements of women and peoples in resistance are simultaneously in the courts and on the streets mobilizing. The question then arises: what kind of justice are we talking about? How to achieve it? Which of the many possible avenues to take? Who feels called upon to accompany them? And all this knowing that even in so-called “democratic” countries the justice dispensed by the State is easily bought, while in non-democratic countries, more than 95% of gender violence goes unpunished. Therefore, we cannot expect much from the cis-heteropatriarchal justice offered by academic institutions or the State.


We know that the punitive apparatus and the culture of punishment are an essential part of the scaffolding of the State and modern societies. It is through them that carceral societies premised on extraction and accumulation are perpetuated, with justice systems that pretend to maintain “security and order” while showing no mercy against impoverished, marginalized and racialized populations.


As a recent feminist anti-punitivism text points out, there is no easy way out, nor one that is free of contradictions and complexities. Moreover, we are aware of the importance of recognizing that “the debate on anti-punitivism cannot fall into the easy temptation of settling within the theoretical realm” (Laia Serra). This is the institutional and academicist temptation. For feminist anti-punitivism it is necessary to enter the “political storm of the implementation” of justice. And yet the theoretical-political horizon can/should be the feminist self-management of violence and the abolitionist vision of society and justice. As Serra rightly says: “the collective self-management of violence outside the State [the apparatus of the law and the punitive apparatus that underlies it] is an alternative that is still under construction” and, we should add, presents other risks and challenges.


We are witness to the dignified rage that Moira expresses in her denunciation. Her rage reflects the feelings of many women who have not received the necessary attention and who continue to suffer the violence of the cis-heteropatriarchal, academic and dispossession systems in many territories. As social science workers, members of the CUTER WG, we resist with and among peoples –women, men, children, youth and communities rooted in the earth. The denunciations that we are accompanying or embodying through collaborative research trajectories and collective actions allow us to affirm that the cis-heteropatriarchal subconscious is also reproduced in many collectives, organizations and alternative movements. Breaking women, by sexual means, is part of the dispossession and imperialist-capitalist-homocentric domination that seeks to annihilate personal dignity and collective and communal subjectivities.


We call upon ourselves and others to continue creating concrete places of de-hierarchization of power and spaces of healing in the face of institutionalized and state-led impunity. As social science workers together with artists, activists and territorial and communitarian feminists, we will continue to unmask and fight, personally and collectively, all forms of humiliation, extermination and co-optation of women in the territories. In this way we will continue to find ways to heal from the cis-heteropatriarchal system in the different places where we find ourselves, of whatever gender we identify with, of the territories we inhabit and the stories we write and share.


The movements of victims of human rights violations emphasize four criteria that seem to us eminently applicable to cases of sexual abuse and harassment: the right to truth, reparation, non-repetition, and justice. In this sense, we urge the various academic institutions (national, Latin American, Caribbean and transnational) that are involved in one way or another in cases of sexual abuse, harassment or epistemic extractivism, to review their protocols and committees on ethics and epistemic and gender violence. It is undoubtedly important to uphold the principle of “zero tolerance and rejection of sexual harassment” (CLACSO), although we believe that it is insufficient.


We believe that in all the spaces where we move and work as social science workers, activists and feminists, we must continue to work collectively and hand in hand with institutional authorities in the implementation of protocols, committees and internal policies (which should be explicitly accessible), to promote appropriate and expeditious mechanisms to prevent, denounce, discuss and act against sexual abuse and harassment, as well as gender and epistemic violence. Each national academic institution usually has ad-hoc commissions and codes. Any supranational academic coordination should have them, and review and update them permanently. If they do not have them, they should create them. It is not enough –for the reasons mentioned above– to let “independent commissions” do the necessary work. We repeat, this is insufficient, and even dangerous.


We were taken aback and outraged by the response of Boaventura de Sousa Santos, who reduced the accusations of former students in their auto-ethnography to being just an act of “revenge”. “Feminist social theory itself points out that there is no place, there is no subject untouched by the relations of domination and their intersections. To emancipate ourselves from them, to make them recede, we have to look them in the face, recognize them in ourselves, and not try to hide in which parts of us they inhabit... It is by bringing them to light, by debating them, that the possibility of change is born” (Lang and Segato).


We require academic and societal communities to debate in depth, to learn permanently, to expand our imagination and to (re)create collectively on-going emancipatory processes –liberating praxes– in the face of omissions, indifference and expressions of re-victimization of the aggrieved women and the affected communities. We believe that what is at stake is the collective construction of just, relational and healing societies; other worlds possible here and now, as the Zapatistas say and do practice.


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