Por Raúl Romero
Publicado en Camino al andar
5 de agosto de 2021
El 22 de noviembre de 2011 Nepomuceno Moreno y yo salimos juntos de la asamblea del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) para seguir charlando en la calle. Nepo –como le decíamos de cariño en el movimiento- me preguntó:
- ¿Cómo llego a Coyoacán?
Yo iba para el mismo rumbo.
- Voy para allá, te acompaño.
Abordamos el Metrobús y Nepo comenzó a platicarme –una vez más- sobre el caso de su hijo Jorge Mario Moreno, quien fuera detenido el primero de julio de 2010 cerca de Ciudad Obregón. Al hijo de Nepo lo detuvieron policías del estado de Sonora, y después nunca lo volvieron a ver. Nepo me contó que tenía información que le hacía pensar que su hijo había sido asesinado y que habían disuelto el cuerpo en acido, pero que él no descansaría hasta ver a los culpables en la cárcel. Por cuenta propia, Nepo también había investigado la colusión del Ejercito y de integrante del gobierno de Sonora en la desaparición de su hijo. De hecho, el 14 de octubre de 2011, mientras se realizaba un encuentro entre integrantes del MPJD y Felipe Calderón, Nepo interrumpió la reunión, se acercó al entonces presidente y le entregó una carpeta con todas las investigaciones que había hecho.
Foto: Animal Político
No era la venganza lo que lo movía, quería evitar que esas personas le hicieran daño a alguien más. Así me lo dijo con la voz entrecortada.
- Yo creo que mi hijo ya está muerto, pero no quiero que nadie sufra lo que yo estoy viviendo.
No supe que decir, sólo pude tomarlo del hombro y mirarlo a los ojos. Ambos guardamos silencio y yo me quedé pensando sobre la bondad de Nepo.
Minutos después llegamos a la plaza del centro de Coyoacán, por esas fechas aún estaba el campamento de Ocupa Coyoacán. Nepo me pregunto quiénes eran y qué pedían. Yo le expliqué brevemente sobre el movimiento de los indignados. Pasamos a saludar a varios de los compañeros y compañeras que estaban en el campamento, algunos amigos míos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Me alegró ver cómo Nepo examinaba con su mirada picara todo el campamento. Cuando nos retirábamos, me dijo riendo:
- Viven como nosotros cuando andamos de caravana, ¿verdad?
Sonreímos.
Nos despedimos con un abrazo y un apretón de manos. Me dijo que volvería pronto y yo le prometí un café y unos churros de El Jarocho. Nunca pude cumplir mi promesa, Nepo fue asesinado 6 días después.
Hoy, a casi 10 años del asesinato de Nepomuceno y a propósito de la Campaña Nacional por la Verdad y la Justica a la que nos ha convocado el EZLN, recuerdo esta historia, exijo Justicia para Nepo, pido la presentación de su hijo Jorge Mario y me sumo al reclamo de Verdad y Justicia para todas las víctimas de este país.
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