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Guerras por el territorio

Publicado en Camino al Andar

20 de diciembre de 2023

Por Andrea Cegna


“War for territory” cantaban los Sepultura en 1993. El hecho de que existan conflictos por el control del territorio no es ciertamente nada nuevo, como tampoco lo es hoy que esos enfrentamientos no se conviertan en guerras, al menos si nos detenemos en la idea tradicional de guerra. No son sólo los territorios fronterizos los que nos hablan de esta tensión; por lo tanto, no son sólo las fronteras entre el norte y el sur de Chipre, entre Venezuela y Guyana, entre Siria, Irak y Turquía, o entre las dos Coreas las que rezuman violencia.


Un estudio reciente realizado por el Uppsala Conflict Data Program (UCDP), un programa de investigación de conflictos de la Universidad sueca de Uppsala, contabiliza 170 conflictos que se refieren al menos a 54 guerras entre ejércitos de dos o más estados, pero también a conflictos entre estados y grupos armados. de distintos tipos, incluyendo en esta categoría conflictos vinculados al crimen organizado y también situaciones donde se presenta violencia gubernamental hacia la población civil. Ya tomando la fotografía que acabo de reportar sin ampliarla, lo que haremos muy pronto, queda claro, y quizás obvio, que la guerra sigue siendo un elemento estructural para la replicación del capitalismo. Hoy, sin embargo, todo sucede con mayor violencia, hasta el punto de que no sólo la guerra entre ejércitos vuelve a estallar en el mundo occidental sino que adquiere formas que están arraigadas y reproducidas por igual en diferentes rincones del mundo. Antes de continuar, sin ir más lejos, me gustaría romper con una imagen que se ha arraigado a lo largo de los años, la de la "guerra por el agua". Las cuencas hidrográficas compartidas entre dos o más países en el mundo son más de 260, las sujetas a conflictos se pueden contar con los dedos de una mano mientras que para todas las demás hablamos de colaboración y cogestión.


Quisiera añadir elementos al mapa de las geografías de la guerra y, volviendo a Sepultura, ampliar el concepto a la guerra por territorios. El control del territorio es una cuestión central que, a diferencia de lo teorizado a finales del siglo pasado, ve la centralidad del Estado Nación y no sólo de los "sujetos" interesados ​​en el territorio. Me parece claro que hoy el Estado es el ente que permite la expropiación de las riquezas de nuestras vidas y del subsuelo que pisoteamos. Y es quizás precisamente el retorno del papel del Estado en la dinámica de "control" de los procesos económicos y productivos lo que certifica la superación del paradigma neoliberal y el devenir, aún descompuesto, de algo más. En el espacio de la crisis del capitalismo, del papel del Estado (que sigue al servicio de los intereses del capitalismo y que responde cada vez más a esas necesidades) y del fin de la "política" (en "La Cuarta Guerra Mundial ha comenzado", por el Subcomandante Marcos se preveía el papel subordinado del Estado a los intereses del capital, pero dentro de una lectura prospectiva y neoliberal del capitalismo de finales del siglo XX) las dinámicas de crecimiento explícitas y narradas del crimen organizado se explican en mi opinión - especialmente en aquellas áreas de tierra donde la presencia de resistencia indígena, feminista y localista está arraigada y es muy fuerte - y donde la intervención estatal y las fuerzas de seguridad estatales no pueden "exceder algunos límites", a menos que nos encontremos en contextos de Estados autoritarios, donde la ausencia de un El estado de derecho y una "democracia" permiten el uso de la fuerza incluso más allá de los "límites". La narrativa de la narcodemocracia es de hecho falaz y absuelve al Estado, tratando así de desviar la atención de la gente de los procesos en curso y la triangulación existente entre Estado-economías legales y ilegales y creo que se convierte en una especie de "alter", justificación.


El crimen organizado, desde años, en parte de el modelo estructural en las prácticas de acumulación de capital así como en un elemento necesario para la expropiación de riquezas de los territorios ocupados. No es una anomalía sistémica, no ocurre por casualidad, es una de las herramientas que el capital se ha dado para ocupar territorios y despojarlos.


La idea de “narcodemocracia” va de la mano de la “dictadura” o mejor dicho el país se considera “perdido” y por lo tanto lo que sucede en esos territorios se convierte en “hijo” de la violencia criminal o estatal y no hay posible” intervención "democrática". Estas dos formas de guerra por el territorio cuentan con el apoyo de grandes grupos económicos que especulan con la riqueza del subsuelo, con la vida de las personas pero también con el turismo. Es difícil no ver cómo donde hay una explosión de conflictos con grupos del crimen organizado, donde hay gobiernos autoritarios hay un perímetro seguro de zonas turísticas y donde los turistas se convierten en la justificación de acciones violentas para moldear el territorio pero al mismo tiempo sujetos a proteger y a quienes se les puede vender todo tipo de producto, no importa si es legal o ilegal. Y así el turismo prospera, se expande y se convierte en una pieza clave para el gobierno, primero, y después para el control del territorio. Y si abrimos el capítulo del turismo vemos cómo las lógicas de control territorial, que conducen a formas de guerra contra los sectores más frágiles de la población, también se experimentan y ven en el Occidente supuestamente democrático.


Quizás hablar de guerra parezca absurdo y exagerado, pero incluso en Europa y EE.UU, donde a menudo acecha el pensamiento colonialista indirecto, las prácticas de expulsión de la ciudad de pobres y pobres, las políticas racistas y clasistas, las transformaciones favorables al turismo, la precariedad del trabajo, los megaproyectos (incluso defendidas militarmente, ver la Tav en Val di Susa), los grandes eventos deportivos, la gestión de crisis sanitarias y ambientales o de los "desastres" naturales, son formas de violencia, incluso muy graves, e impactan duramente en el territorio y su desarrollo. “Las ciudades capitales” se imponen con malicia, expulsando a quienes no pueden vivir allí, las provincias y los suburbios van replicando lentamente la lógica urbana, y el campo vive en la incertidumbre. A los 170 conflictos mapeados deberíamos agregar estas terribles y "aceptadas" formas de conflicto por el territorio, donde la lógica extractiva no es el único paradigma con el que el capitalismo hoy necesita tener el control del mundo.


La guerra en sus diferentes formas es un elemento reproductivo del capitalismo y por ello se vuelven a proponer esquemas patriarcales, sexistas, colonialistas, imperialistas y ecocidas.


La guerra impone un modelo, una idea, un proyecto de aniquilación de la diversidad, del medio ambiente y de la justicia social. Cuanto más se explotan los recursos ambientales, más se intensifica la guerra para apoderarse de los restantes. Cuanto más dura se vuelve la guerra, más se hacen evidentes y se amplían las asimetrías sociales, al igual que las formas de exclusión social y defensa de privilegios. Por lo tanto, en esto se vuelven necesarias las demandas centrales ecológicas, feministas, decoloniales y antirracistas.


Hablando de control y de ampliación del campo, me parece necesario hacer una disquisición final: controlar un territorio significa hoy borrar toda alteridad, toda voz crítica, toda forma de oposición, y es precisamente por eso que una línea de conjunción se puede rastrear entre las guerras entre ejércitos, donde el otro es eliminado o conquistado, con gobiernos autoritarios (sean dictaduras efectivas o falsas democracias como Turquía o San Salvador), con el crimen organizado (donde se eliminan voces críticas desde el periodismo hasta el activismo) hasta supuestas Estados democráticos donde se clausura y criminaliza el cierre de espacios de expresión del conflicto (pensemos en los primeros movimientos del gobierno de Milei en Argentina y el constante intento de endurecer las penas por crímenes "sociales y políticos", o las campañas antihuelgas de Salvini y Renzi en Italia). Hoy, abrir una reflexión sobre la guerra, sobre las necesidades y los métodos de control del territorio por parte del capital (pensemos en el poco debatido caso de Guatemala), y sobre cómo todavía podemos pensar que "nuestro sabotaje organiza el asalto al cielo y finalmente "Ya no será ese maldito cielo" y por eso la guerra me parece verdaderamente fundamental. En la certeza de que:

Sólo rompiendo los compartimentos academia/información/militancia podremos construir un terreno organizativo alternativo.

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