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La interlocución zapatista -valoraciones culturales en el 30 aniversario de la insurgencia zapatista-

Publicado en Camino al Andar

26 de abril de 2024

Por Luis de Tavira



La cultura es la conversación que nos sostiene


Hoy nos convoca celebrar el 30 aniversario de la insurgencia zapatista.


Conmemoramos cómo hace 30 años se hizo audible para todos el poderoso clamor secular de las comunidades chiapanecas sometidas por la violencia y la pobreza, y cómo a partir de esa irrupción armada se inició una conversación indispensable acerca de aquello que funda las diversas identidades humanas y sociales, porque en esa interlocución se expresan y comparten aquellas valoraciones de lo que nos resulta propio y que por eso nadie sino eso mismo puede otorgarlo.


Treinta años de una irrupción que ha transformado la conversación que nos sostiene.


Hoy nos detenemos un momento para celebrar y conmemorar el asombro y la intensidad del inicio de una interlocución transformadora e indispensable sobre aquellas visiones, expresiones, sufrimientos, convicciones y esperanzas que hoy, 30 años después, son aún más urgentes.


Por su propia consistencia la conmemoración es periódica, regresa.


La celebración, que tiene lugar en la ocasión de mayor estima y momento, alumbra desde sí misma la posibilidad de su regreso.


La memoria misma del aniversario de un acontecimiento que cambió el discurso para siempre nos reúne, nos invita a pensar. En la celebración, memoria y presente son una sola cosa y en ella los años se convierten en el aquí y ahora de un presente desafiante.


La ocasión que se celebra no tiene su sentido merced a aquello que soporta, sino merced a aquello que anuncia, porque por eso resulta inolvidable.


El acontecimiento de aquel asalto militar ganó el derecho de una interlocución indispensable para llegar a una mesa de acuerdos justicieros, pero al topar frente a los malentendidos alienantes del Estado, descubrió la necesidad de una militancia distinta porque entendió que nadie le iba a otorgar lo que no se garantiza por sí mismo.


El asalto de una rabia digna capaz de formular una alternativa real y de suscitar por eso la esperanza del cambio. Porque solo la conciencia de la posibilidad del cambio devuelve la esperanza.


Lo que se fundó en la lógica social del sufrimiento secular de las comunidades y que surgió resuelto en la lógica del asalto armado, al hacer audible el clamor secular, transformó la interlocución y suscitó la construcción de una conciencia decisiva para el devenir de los movimientos sociales de Latinoamérica y del mundo.


La cultura consiste fundamentalmente en la afirmación de los valores que se construyen, se apropian y se comparten. Valores que testimonian visiones del mundo, vivencias, tradiciones, dinámicas y modos de vida que crean comunidad, religan, son vinculantes, crean símbolos, lenguajes y artes.



La dinámica cultural del movimiento zapatista surge y se ubica en el horizonte de los pueblos, se impulsa en la lógica política y se define en la lógica social.


Una cultura se transforma y resulta de la afirmación y de la defensa de sus valores. Aquellos por los que uno quiere vivir. Aquellos por los que uno se deja matar.


Si llamamos valor a lo que es digno de algo, la cultura zapatista ha propuesto la dignidad misma como la condición irrenunciable de todo valor.


No hay victoria sin dignidad. La dignidad es rebelde, indómita y la rabia es digna.


Dijeron:

Somos la dignidad rebelde, el corazón olvidado de la patria



Tal vez sea la dignidad el rasgo cultural que explique el afán y la razón de ser de un movimiento que ha conseguido enaltecer a los sujetos de las diversas culturas.


A todos los mexicanos la insurgencia zapatista nos ofreció de nuevo la dignidad. El testimonio de unas identidades y valoraciones culturales propias, que nadie sino uno mismo se otorga.


El valor de la autonomía es otra de las poderosas afirmaciones culturales de los zapatistas. La autonomía territorial que genera una cultura ligada al territorio y lo habita en la articulación de la morada propia con la casa común.


Autonomía como autodeterminación de los derechos, su ejercicio y su defensa en acciones y proyectos que no dependen del reconocimiento del Estado o de la ley. Derechos que valen porque son vividos y ejercidos.


Esta cultura de la autonomía ha sido fecunda en la proposición de alternativas educativas, de salud, de productividad y de comercio, porque entiende que es la sociedad la que genera el Estado y no al revés; una cultura que es expresión de una sociedad que desconoce al Estado porque ha existido y subsiste sin depender de él, de sus lógicas y de sus recursos.


Otra notable aportación cultural de los zapatistas ha sido la de una visión de los derechos humanos más cercana a la justicia transicional y restaurativa, indispensable para la paz.


No hay movimiento en favor de los derechos humanos en México que no valore los ejes de esta visión de la justicia transicional y restaurativa que son: el acceso a la verdad, justicia desde las víctimas, reparación y no repetición.


La insurgencia armada que irrumpió en el inicio de 1994 según el impulso de las guerrillas recientes, en el movimiento zapatista se transfiguró en la convocatoria a un encuentro para hacer audible un reclamo digno y dignificador. La lógica militar se supeditó a la lógica social.


Desde la experiencia secular de la incomprensibilidad eterna de las culturas, propuso el diálogo y el respeto a las diversas culturas regionales; su expresión fue multicultural y vinculante a través de una epistemología del ser, del buen vivir y del vivir bien.


Dijeron:

Nunca más un México sin nosotros



Y también dijeron:


Queremos un mundo donde quepan muchos mundos



La guerrilla se transfiguró en una revolución del lenguaje, una guerra de las palabras, según la convicción hermenéutica de que comprender consiste en comprender que no comprendo.


Así lo encarna El viejo Antonio, esa metonimia de 500 años de resistencia cultural, de quien da testimonio el evangelio del subcomandante Marcos.


Dijo Marcos: El viejo Antonio es el puente… el que nos explicó en qué lugar estábamos: te recuerdo que estás aquí. Y aquí esto es lo que pasa… Nos dio los elementos indígenas que tiene el lenguaje zapatista…


El puente, el encuentro, el lenguaje que nos descubre lo que tenemos en común para acceder a la imaginación, que es siempre re-presentación de lo ausente. La imaginación más que las armas, es liberadora.


Del encuentro con El viejo Antonio surgió Marcos como la ventana para asomarse y escuchar el silencio que habita la montaña y dar voz a su mundo, a su reclamo. a su resistencia, a su asombrosa riqueza y a su indignante pobreza.


Ya en el mismo 1994, Vicente Leñero escribió la obra de teatro Todos somos Marcos, con la que se inauguró el Primer Ciclo de Teatro Clandestino de la Casa del Teatro de la Ciudad de México. Al fin aparecía en la dimensión del Teatro Mexicano un personaje a la altura de la catarsis nacional. Aquel que se enmascara con un pasamontañas para desenmascarar la impostura de la inepta cultura. Una ventana asombrosa y una voz, todavía una voz.


Enmarcada en la ventana de los pasamontañas zapatistas, se asoma la mirada de la esperanza.


La expresión estética de los zapatistas emerge de una autenticidad lúdica, indómita, que convoca el encuentro y desafía a tener esperanza: otro mundo es posible.


Desde 1994, durante 30 años, el movimiento zapatista ha convocado al encuentro mundial, a la escucha de los otros para asumir juntos el reto creador de la construcción de otro mundo posible.


La consistencia de su llamado es artística. No todo lo verdaderamente revolucionario resulta artístico. Pero todo lo verdaderamente artístico resulta revolucionario.


Desde agosto del 94, cuando se realiza el Primer Encuentro Intercontinental, surge la respuesta entusiasmada de los jóvenes que asumen la causa del humanismo contra el liberalismo. En esa andadura vendrán los Diálogos de San Andrés, la Caravana Zapatista o Marcha del color de la tierra, la comparecencia de Esther en el Congreso, pero también enfrentará el incumplimiento, la traición, el hostigamiento y la matanza.


Dijeron:

Contra el capital y sus muros, todas las artes



Desde 2016, el teatro se ha incorporado de modo habitual al encuentro y al festejo zapatista El Comparte, que convoca a la experiencia de compartir el arte como arte de compartir y que se realiza en la convicción de que el camino de salvación de esta civilización en crisis está en la experiencia compartida de las artes.


Los símbolos se verifican y así la montaña cruza el mar.


En la fiesta cultural de final de año de 2023, en la víspera del 30 aniversario, en La Garrucha, en la Selva Lacandona, se realizó un prodigioso maratón teatral de las 9:00 de la mañana a las 9:00 de la noche, en el que la representación realizada por jóvenes y niños dio voz a la memoria que testimonia desde la narración ancestral del Popol Vuh, al recorrido de los pueblos, sus avatares, sus sufrimientos, su resistencia y su esperanza común. Sobre un escenario múltiple aparecen y desaparecen los muertos, los dioses, el tiempo dilatado, la voz de los viejos que son la fuente de la legitimidad, la otra historia, la casa común.


La democracia es un fruto de la cultura; surgió cuando los poetas trágicos imaginaron la posibilidad real de superar el cerco de la venganza y propusieron el consenso de los viejos.


La valoración cultural de los zapatistas se expandió a la propiciación de la comunión entre diversos y similares de la que surgió el pacto admirable que constituye al Congreso Nacional Indígena.


Del Congreso surgió en las elecciones de 2018, la propuesta de una participación democrática distinta a la de los partidos. La admirable campaña de la Vocera del Congreso Nacional Indígena, María de Jesús Patricio, Marichuy, ha sido la más contundente crítica al sistema y la legislación electoral sustentada por los partidos políticos y ha sido también una cabal propuesta de otra cultura democrática y de un régimen político que surja desde las comunidades desde abajo y no desde la verticalidad enajenante de los partidos.


Dijeron:

Abajo y a la izquierda está el corazón



Al cumplirse 30 años de la insurgencia zapatista resulta indispensable pensar en la consistencia y el significado de sus aportaciones culturales, no tanto por recontar su apasionante aventura menos aún para sucumbir a la nostalgia de su deslumbramiento, sino porque la sabiduría de su experiencia, la lucidez beligerante de sus cuestionamientos, su indómita dignidad, su vigencia y su optimismo tenaz, resultan urgentes ante la barbarie y la atrocidad en que ha devenido la realidad del país y, de modo más cruel aún, la realidad de Chiapas, una región secuestrada por el crimen organizado, la explotación y el tráfico de migrantes, la tala desaforada y el ecocidio.


Esta celebración testimonia una historia y una visión más vivas y urgentes que hace 30 años.


Dijeron:


La insurrección comienza en el corazón de cada persona que sueña con otro mundo posible. No existe utopía, sin piel, sin tierra, sin identidad



Luis de Tavira

Colectivo Llegó la hora de los pueblos.

CDMX 17 de abril de 2024.






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