Publicado en Camino al andar, 3 de junio de 2021.
Foto: Enlace Zapatista
Hemos aprendido de las mujeres zapatistas a ver y nombrar las cosas como mujeres que somos. Esta acepción es más que un dicho. Lleva implícita la consciencia de que somos mujeres siempre en contexto, en relación a Como mujeres que somos abre también la ventana hacia lo común de lo diferente. Somos de muchas formas mujeres, pero como mujeres que somos encontramos un piso común.
En el último tiempo, ha resonado también cada vez más fuerte en la palabra de las compañeras zapatistas, y en las manifestaciones de las mujeres en las calles, que Como mujeres que somos la violencia nos atraviesa. Y frente a la violencia, las mujeres zapatistas nos han propuesto que tengamos un acuerdo: acordamos vivir.
Este hilo de la historia de la revolución zapatista, que es el hilo de revolución de las mujeres, se enhebra con otro hilo, el afán internacionalista.
Muy pronto en la historia del zapatismo, los Aguascalientes, y después los Caracoles, se convirtieron en centros cosmopolitas de intercambio de pensamientos, deseos y prácticas colectivas para hacer nacer un nuevo mundo, uno donde quepan muchos mundos, todos anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales, o como lo dicen en la declaración por la vida: “El que hacemos nuestros los dolores de la tierra: la violencia contra las mujeres; la persecución y desprecio a los diferentes en su identidad afectiva, emocional, sexual; el aniquilamiento de la niñez; el genocidio contra los originarios; el racismo; el militarismo; la explotación; el despojo; la destrucción de la naturaleza”.
En ese tiempo nuevo, ese que el zapatismo ha abierto, la delegación marítima se hizo a la mar. Esta delegación, 4-2-1, está formada por cuatro mujeres, dos varones y una otroa; fui invitada a reflexionar sobre una de las tripulantes: Carolina.
De ella sabemos lo que a la letra nos dice el comunicado denominado Escuadrón 421:
“26 años. Mexicana de nacimiento. Originaria tzotzil de los Altos de Chiapas, ahora Tzeltal de la selva Lacandona. Habla su lengua natal, el tzotzil, además del tzeltal y la castilla con fluidez. Sabe leer y escribir. Madre soltera de una niña de 6 años. Su madre le ayuda a cuidar a la infanta. Ha sido coordinadora de “como mujeres que somos” y alumna de cursos de veterinaria. Actualmente es Comandanta en la dirección político-organizativa zapatista. Música que le gusta: pop, romántica, cumbias, rock de los 80´s (así dijeron), gruperas y revolucionarias. Colores favoritos: crema, negro y guinda. Experiencia marítima: lancha alguna vez. Se preparó durante 6 meses para ser delegada. Voluntaria para viajar en barco a Europa”.
La vemos en la foto desde el simulacro de barco donde se entrenó los últimos meses para emprender la travesía. Desde ahí, ella nos mira. Podemos sentir su mirada franca y certera, diríase tranquila y ¿quizá alegre? Aunque también triste. Y en esta invitación de pensar a Carolina, hicimos el ejercicio de pensarla en su historia dentro de la revolución de las mujeres en el zapatismo. ¿Quizá su mamá fue insurgenta antes del levantamiento de 1994? ¿Quizá su familia fue una de tantas que adhirieron al movimiento, en decisión comunitaria como sabemos que fue, decidiendo poner el trabajo colectivo para solventar la vida de los y las insurgentes allá en la montaña? Esa montaña que hoy se avecina a otro continente. ¿Quizá su madre ya participaba de las consultas que dieron por resultado la Ley Revolucionaria de Mujeres, signada en 1993? No sabemos su historia precisa, pero sí sabemos que Carolina nació en el año de 1995, creció su infancia y se hizo mujer en territorio autónomo, es de esas generaciones de jóvenas que nos miran a la cara, sin bajar los ojos y que le dicen al mundo: acá estoy, soy parte de esta travesía, de un viaje destinado a cambiarlo todo.
Los primeros 10 años de Carolina están llenos de acontecimientos, pero, sobre todo, en este torbellino que ha sido la revuelta zapatista, podemos ubicar dos períodos de la lucha, que metafóricamente podemos llamar de los Aguascalientes (la probable y traicionada refundación de la nación) a los Caracoles (la afirmación y profundización de la nación sin estado). El tiempo de las autonomías es el tiempo de recuperación de lo político para el sujeto colectivo, para las comunidades y pueblos, y se asienta en el saber hacer el sustento material de la vida. Como nos explica el Subcomandante Moisés en su alocución denominada Café organizado contra el Muro, 13 de abril del 2017.
“Pero el colectivismo sí tiene la fuerza. Y el colectivismo hemos entendido que no es… se dice trabajo colectivo lo que es meramente trabajar la tierra, sino también debe de haber colectivismo en cómo quieres una buena salud, cómo quieres una buena educación y todo lo demás de las trece demandas que las hemos planteado. ¿Cómo queremos eso? En colectivo tiene que salir cómo queremos la ley que debe de haber en donde vivimos. No de que alguien sabe hacer la ley y que ellos la cagan y el pueblo es el que la paga.”
Y así, para los 10 años de Carolina, en el 2005, su entorno ya estaba inmerso en esta “voluntad de forma”, ejercida en colectivo, con el trabajo, y hay que decirlo también con la fiesta. Con música. Para ese momento, las Juntas de Buen Gobierno ya estaban ahí, las cooperativas y el trabajo colectivo también en la salud y la educación, y en el centro, la revolución de las mujeres caminando. Ese fue el mundo de Carolina a sus 10 años; un mundo de muchas lenguas, experiencias, encuentros. Un mundo en el que se afirmaba una vida cabal, digna, pareja. Un mundo que había decidido ser libre y autónomo, sin pedirle permiso a nadie; como lo dijera la Comandanta Esther justo en el momento de la fundación del Caracol de Oventik en el año 2003, a los ocho años de Carolina: “Como nosotros lo estamos haciendo y practicando no pedimos permiso”, e invitaba a hermanos y hermanas a que construyan la autonomía, y a las mujeres a que se organicen “para que juntas trabajemos la autonomía y nuestros derechos que tenemos como mujeres”. Ya no es tiempo de callar, nos dirá. “Ya es hora de actuar de nosotras mismas…”
Carolina creció en el tiempo de las mujeres y de las autonomías, en donde el trabajar, como diría la compañera Irene Andrade, es una actividad con sentido. Irene, por ejemplo, nos contó del impacto que tuvo en su vida asistir a la Escuelita Zapatista.
Como lo referiría también el gran Jean Robert, en esa escuelita se puso en acto un sentido común controversial; Irene y otras compañeras regresaron a la ciudad siendo otras, y supieron, sintieron, que ello debía manifestarse en sus prácticas. Vendaval se llama su travesía, una que decidió crear desde el trabajo colectivo un ya basta! a la precariedad y al sinsentido del trabajo en el capitalismo. Si no un corte, al menos una grieta. Así que ese mundo, del cuál Carolina forma parte, se ha expandido también a otras geografías, tejiendo hebras de autoconsciencia, de resistencia, de autodeterminación, de comunidad intencional, aunque sea en la escala pequeña, ya decía también el Subcomandante Moisés, llegó la hora de lo pequeño. En el 2017 Carolina tenía 22 años. Ya era la mamá de una niña de dos. Y seguramente ya preparaba junto con otras jóvenas como ella, la coordinación de “cómo mujeres que somos”, que quizá sea la red colectiva que hizo posible el Primer Encuentro Internacional Deportivo, Político y Cultural de Mujeres que Luchan. O quizá sea una coordinación de otras cosas, urgentes y necesarias, para la hora de las mujeres.
Pero lo más probable es que Carolina haya estado en ese Primer Encuentro, el 8 de Marzo del 2018, donde cerca de 9000 mujeres de todo el mundo pobló el Caracol IV: Torbellino de nuestras palabras, Morelia, zona tzeltal, tzotzil y tojolabal. Si ya era Comandanta como lo es ahora, estuvo dando su palabra, o quizá formaba parte de las tercias compas, aquellas que organizaban todo lo técnico del evento: las luces, el sonido… o quizá era parte de las compañeras que tocaban rock y cumbia. No lo sabemos. Sólo sabemos que hoy, para Carolina, ese viaje en el cuál nació y creció va viento en popa, hacia tierras otras.
Como nos cuenta el SupGaleano en el texto Escuadrón 421, al llegar a tierra, desembarcará primero la Marijosé - que es otra historioa- y dirá:
“A nombre de las mujeres, niños, hombres, ancianos y, claro, otroas zapatistas, declaro que el nombre de esta tierra, a la que sus naturales llaman ahora “Europa”, de aquí en adelante se llamará: SLUMIL K´AJXEMK´OP, que quiere decir “Tierra Insumisa”, o “Tierra que no se resigna, que no desmaya”. Y así será conocida por propios y extraños mientras haya aquí alguien que no se rinda, que no se venda y que no claudique”.
Insumisa y sin desmayo, así imagino a Carolina. Y es que, sin estos gestos, que por momentos detienen el continuum de la historia, y hacen aparecer lo que Walter Benjamin llama el tiempo del ahora, no tendríamos anclajes materiales para soñar –y con suerte hacer- otro mundo posible, en medio del momento de peligro que habitamos.
Gracias a la Red Universitaria Anticapiltalista, a Alejandra Ramírez, de la RUA, a Alejandra Pacheco y a Irene Andrade de Vendaval, por el conversatorio sobre Carolina.
Abajo pueden consultar el video:
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