Los sueños que compartimos de Valentina Leduc
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- May 22
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Publicado en Camino al Andar
23 de mayo de 2025
Por Jimena Lara

Cuando el presidente estadounidense Franklin Pierce le propuso al Jefe Seattle de la tribu Suwamish en el noroeste de ese país comprarle sus tierras, el jefe Seattle respondió con una carta hermosa y a la vez dolorosa. “¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos? Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo nuestra historia” comienza explicando. La carta termina, sin embargo, con una visión ominosa sobre lo que depara “¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció. ¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció. La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia”. Mientras veía la película las palabras del jefe, que de por sí están muy presentes en mi día a día, sonaron aún más fuertes en mí. Me parece que “Los sueños que compartimos” de Valentina Leduc plasma perfectamente lo que presenciamos tanto aquí en México, como en Alemania, Palestina, el Congo; en diversas geografías y en distintos matices: la contradicción sangrante del capital con la naturaleza. Esto es, la contradicción del capital con la vida misma. Y es que el capital ha subsumido todas las esferas de la vida en el planeta – y su sueño es también extenderse al espacio–. Los bosques de eucalipto son un ejemplo perfecto de bosques neoliberales: ecosistemas alterados en su totalidad para servirle a la industria de papel a tener más ganancias. Por otro lado, mientras veía la película también me preguntaba hasta qué punto nuestra capacidad de soñar otros mundos posible; de pensar en utopías, había sido envenenada por el capital. La utopía se ha llegado a ser concebida como un insulto desalentador: cuando una piensa en mundos que giran alrededor del cuidado de la vida, en mundos que lograron desarmar las lógicas del capital o incluso mundos donde la industria cárnica no asesina 4 millones de cerdos diario o mundos donde el complejo industrial militar no financia la masacre de 18 mil niños palestinos, o no nos vayamos tan lejos, un México donde los jóvenes que están buscando cómo ganarse la vida en un capitalismo que cada vez pide más y da menos no terminen en un campo de exterminio del narco, es entonces cuando te dicen ¡eres una utópica! O ¡nombre, eso es demasiado utópico! Pero eso sí, casi todos piensan que es más probable que se acabe la vida en el planeta tierra a que termine el capitalismo. Nuestra capacidad de pensar en otras posibilidades ha sido aprisionada por este sistema. Ahí es donde entra la lucha. Y es una lucha muy desde los adentros: una lucha que se rehúsa a dejar de pensar otros mundos posibles. Una lucha en la que la utopía no es un insulto sino una herramienta; un mapa; una semilla. Valentina Leduc teje con esta película una bellísima urdimbre cuyos hilos están hechos de vida, acompañamiento y lucha. Espero que esta película sea en ustedes una semilla, un mapa o una herramienta que les acompañe a construir este sueño que todos, humanos, árboles, montañas y animales en cada rincón del planeta compartimos: que la vida siga viviendo.
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