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Celebración en Dolores Hidalgo

Publicado en La Jornada

5 de enero de 2024

Por Luis Hernández Navarro


En el Caracol Resistencia y Rebeldía: un Nuevo Horizonte, en la comunidad de Dolores Hidalgo, municipio de Ocosingo, el EZLN celebrará los 30 años de su levantamiento armado, en el que nombraron lo intolerable.


Esta comunidad zapatista, fundada por veteranos del alzamiento de 1994, se llama así, según explicó el finado subcomandante Marcos en agosto de 2005, durante la tercera reunión preparatoria de la otra campaña, porque “Dolores es el del dolor que tenemos de más de 500 años de resistencia, y el nombre de Hidalgo es por don Miguel Hidalgo y Costilla, que luchó por la Independencia” (https://shorturl.at/aGNX3).


El poblado tiene una larga historia de sufrimiento, resistencia y rebelión, similar a la vivida por centenas de otras localidades chiapanecas desde tiempos ancestrales. Antes de ser renombrada después de la insurrección, allí se encontraba la finca Campo Grande, propiedad de Segundo Ballinas, con una extensión de más de mil hectáreas de buenas tierras, agua, caminos para sacar el ganado y maderas preciosas. El finquero era “conocido entre los habitantes como un asesino, violador y explotador de indígenas, principalmente de mujeres, niños y niñas”.


La propiedad se fraccionó y pasó a manos de la santa trinidad de la familia chiapaneca: un promotor de asociaciones de guardias blancas, un coronel del ejército y un político priísta.


En agosto de 1982 –recuerda Marcos–- “los finqueros y sus guardias blancas desalojaron con violencia a los habitantes de la localidad Nueva Estrella. Balacearon, golpearon y tomaron presos a los indígenas varones. Algunos fueron asesinados. A las mujeres las apartaron y las obligaron a ver cómo quemaban sus casas. Les quitaron todo”.


Como sucedió en 1994 en otras regiones del estado, miles de indígenas de la zona tseltal empuñaron las armas que pacientemente habían acopiado o que recogieron de las que las guardias blancas abandonaron. Horrorizados ante el desafío de lo que llamaban “gentes sin razón”, los finqueros y sus pistoleros huyeron. Los indígenas recuperaron sus tierras y las repartieron. Hicieron, desde abajo y sin pedir permiso, una verdadera reforma agraria. Fundaron así, junto con otros campesinos sin tierra, Dolores Hidalgo.


La narración del difunto es parte del memorial de agravios de los pueblos originarios en la geografía chiapaneca. Antes de que el zapatismo les diera forma y los convirtiera en herramienta para reapropiarse de sus raíces, otros relatos similares afloraron como si fueran un volcán en erupción durante el Primer Congreso Indígena de Chiapas Fray Bartolomé de las Casas. Realizado entre el 15 y el 17 de octubre de 1974 en San Cristóbal, el encuentro fue un acontecimiento clave en la recuperación de la memoria histórica de los pueblos. Ecos de esta explosión se escucharon en el ¡Ya basta! del 94.


Como preparación del congreso se efectuaron reuniones comunitarias a lo largo de 11 meses en cuatro zonas: tseltal, tsotsil, chol y tojolabal. Lo que se dijo en esas asambleas fue sistematizado en cuatro temas: tierra, comercio, educación y salud. Las ponencias dan cuenta de cruentos testimonios de explotación y despojo. Son una cruda radiografía de la indignación vivida por los pueblos.


Sin menospreciar la importancia de los otros asuntos abordados, el eje articulador de las aspiraciones indígenas en aquellos territorios era la recuperación de sus tierras. En los hechos, se convirtió en el motor de una profunda movilización social que anticipó y desembocó en el sismo protagonizado dos décadas después por el zapatismo. Las ponencias originales, recogidas por Jesús Morales Bermúdez, dan cuenta de ello.


La chol sobre la tierra informó: “Antiguamente todos los territorios que ocupamos eran de la comunidad. No sabríamos explicar cómo y porqué se nos despojó de nuestras antiguas tierras. La situación de pobreza y miseria en que viven los choles acasillados en las fincas es extrema. Esto se debe al sistema de trabajo que les imponen, a los sueldos de hambre, a las tiendas de raya, a la falta de medicina, al alcoholismo y al comercio. Se trabaja de sol a sol con sueldos que no llegan a los 7 pesos por día. A partir de los 10, los niños deben trabajar con sueldos de uno a dos pesos al día. Estos sueldos no se dan en efectivo, sino en vale, en mercancía o en trago. Los finqueros continuamente están invadiendo terrenos a las pequeñas colonias que se han logrado establecer. Y como tienen dinero, compran a las autoridades agrarias”.


El informe tsotsil advirtió: “La comunidad tsotsil es la que ha sufrido más la acción colonizadora e invasora de los ladinos desde tiempos de la Colonia hasta nuestros días. La lentitud y corrupción del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización es la causa de invasiones, despojos y desorganización interna de las comunidades. Los finqueros tienen las mejores tierras y los indígenas las laderas erosionadas”.


El dictamen tojolabal señaló: “fuente de problemas son los abusos e injusticias de parte de los finqueros. Los mestizos poseen las mejores tierras, tanto para sembrar como pastos para los animales. La poca tierra que poseemos es de mala calidad. Queremos denunciar los abusos y engaños de parte de las autoridades”.


La ponencia tseltal documentó: “Antiguamente la tierra en donde vivimos la poseíamos comunitariamente, como consta en los documentos antiguos, algunos de los cuales tenemos en nuestro poder. Actualmente la situación de la posesión de la tierra ha cambiado radicalmente, lo que nos ha llevado a una marginación inhumana. La comunidad de Yajalón y Chilón han perdido totalmente su tierra. Se les fue despojando. El sistema que se siguió fue la invasión directa, el alcoholismo, el engaño, las deudas, el compadrazgo. Los indígenas dueños de las tierras pasaban a ser acasillados. (Se padecen) sueldos de hambre, trabajo gratuito los domingos, explotación de mujeres y de niños, tiendas de raya. Los finqueros invasores están transformando las tierras laborables en explotaciones ganaderas.


El efecto inmediato ha sido el hambre y la huida a la selva. Los que aún permanecen son los más pobres, atados a la servidumbre”. Estas denuncias anunciaban la lluvia de fuego que caería sobre el estado. También la maduración de los pueblos originarios como sujetos de su propio destino. En palabras del presidente del congreso, el nuevo Bartolomé de las Casas “somos nosotros; son las comunidades indígenas unidas”. A partir de ese momento, la organización y lucha indígenas se multiplicaron en Chiapas. Sin embargo, lejos de atender sus demandas, la respuesta estatal fue más represión.


Adicionalmente, distintos acontecimientos sacudieron a las comunidades y las radicalizaron. Entre ellos se encuentran: el Decreto de la Selva Lacandona en 1972, que concentró en poco más de 60 familias lacandonas más de 614 mil hectáreas, en perjuicio de miles de tseltales y choles que habitaban y trabajaban esas tierras. El fraude electoral en contra de Cuauhtémoc Cárdenas de 1988. El movimiento para celebrar en 1992 los 500 años de la resistencia indígena, negra y popular. La contrarreforma agraria salinista, que izó la bandera blanca en el campo. La caída de los precios del café, de 120 dólares las 100 libras a menos de 60. El derrumbe de los precios del ganado.


Enfrentadas a la no solución de sus peticiones y a la represión, los pueblos encontraron inicialmente en el zapatismo, que había establecido el 17 de noviembre de 1983 su primer campamento en la selva Lacandona, su instrumento de autodefensa. Más adelante hallaron en él, la fuerza político-militar para luchar por sus demandas y enfrentarse a las fuerzas armadas. El EZLN se convirtió así en el ejército de los pueblos, que votaron en asambleas irse a la guerra contra el mal gobierno y exigir la deposición del presidente Carlos Salinas de Gortari. Comunidades y guerrilla se volvieron una sola fuerza, modificando profundamente la propuesta insurgente pero, también, los modos de hacer política indígena.


A lo largo de las tres décadas que van desde el levantamiento hasta nuestros días, los zapatistas han convertido la reforma agraria desde abajo que implementaron en los hechos en 1994, y que anhelaban los pueblos desde décadas atrás, una experiencia inédita de autonomía, autoorganización, autogobierno, autodefensa y autogestión, que es referencia y fuente de inspiración para múltiples movimientos populares de muchas geografías.


Ajeno al reloj del poder, dueño de su propio tiempo, el EZLN no ha dejado de reinventarse a cada momento, con una originalidad sorprendente. En el camino de cambiar al mundo que se echó sobre los hombros, transformó también la dinámica y comprensión que los pueblos originarios tienen sobre sí mismos, al país y al horizonte de las causas emancipadoras. Razones más que suficientes para celebrar en Dolores Hidalgo.



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