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Don Pablo: trascender fronteras - Raúl Romero

Publicado en La Jornada

22 de abril de 2023

Por Raúl Romero

Desde muy joven, Pablo González Casanova aprendió de sus profesores del Colegio de México la necesidad de nuevos métodos y técnicas de aprendizaje, enseñanza e investigación, para conocer un mundo rápidamente cambiante en todas sus escalas.


También reforzó ahí la idea de que los procesos de aprendizaje conllevan vínculos afectuosos, y que estos se construyen dentro y afuera de la academia: “Mi otro gran maestro extracátedra fue Alfonso Reyes –escribió González Casanova–, quien, en pláticas sabatinas, con mal vino y poco, que servía sólo a veces doña Manuelita, su esposa, me enseñó el rigor de las narraciones alegres sobre literatura, y la forma de mezclarlas con las anécdotas de la vida y de las travesuras”. Don Pablo adquirió estas prácticas: con sus colaboradores y amigos, hombres y mujeres, se reunía para comer y conversar. Escuchaba siempre atento, hacía anotaciones, y cuando era su turno, todos y todas lo escuchaban con gran atención, sabiendo que de sus palabras vendrían grandes ideas e iniciativas. Él no se limitaba al diagnóstico, a pensar el problema, siempre estaba pensando en propuestas, en posibles salidas.

En su doctorado en Francia, con la guía de Fernand Braudel, don Pablo también aprendió a superar las fronteras disciplinarias. Heredero de las preocupaciones de Marc Bloch y de Lucien Febvre, supo que el conocimiento interdisciplinario era una manera de aprender ese mundo cambiante. Para traer a México esos novedosos planteamientos, tradujo en 1952, junto a Max Aub, el libro Introducción a la Historia, de Marc Bloch, traducción que todavía hoy circula bajo el sello del Fondo de Cultura Económica.

En cierto sentido, en la propuesta y creación del Colegio de Ciencias y Humanidades se sintetiza mucho de la revolución pedagógica y epistemológica que don Pablo venía aprendiendo en el Colegio de México y en el diálogo interdisciplinario en Francia.

El pensamiento y acción de González Casanova trascendió también las fronteras nacionales. Su libro La democracia en México ha sido traducido a más de una decena de idiomas, fenómeno similar al que han vivido otras de sus obras. En el terreno de la acción política, su participación siempre fue internacionalista, apoyando a la resistencia contra el golpe de Estado en Guatemala en 1954, luchando por Cuba desde 1959, acompañando la Unidad Popular en Chile, siendo solidario con las luchas anticoloniales de África y Asia, apoyando a los No-Alineados durante la guerra fría, impulsando espacios de diálogo y lucha transfronterizos como la Tricontinental o el Foro Social Mundial en sus primeros años. Con la rebelión zapatista de 1994, González Casanova se sumaría también a los encuentros intergalácticos y a decenas de iniciativas en defensa de la Humanidad. Desde luego, siguió con mucho interés la Travesía por la Vida que realizaron sus compañeros zapatistas por la Europa Insumisa.


En ese ser internacionalista, González Casanova sabía que había que luchar contra el imperialismo y el colonialismo global, pero también contra el colonialismo interno con el que se oprime y explota a pueblos originarios.

De vocación democrática y defensor de la pluralidad, el ex rector de la UNAM trascendió igualmente las fronteras ideológicas. Aprendió de su amigo Julio Le Riverend la importancia de respetar y cultivar afecto con quienes no piensan como uno, y a buscar coincidencias y entender las razones de quienes piensan diferente y hasta de forma opuesta. Esta forma de ser y de pensar de don Pablo, junto a su coherencia ética y su congruencia moral, le harían ganarse el respeto de muy diversos actores.

La imaginación política de don Pablo trascendía también las fronteras de lo posible. Esa actitud lo llevó a proponer la apertura de la universidad para que, con la creación de los CCH, llegara más y mejor educación a más gente. Si alguien de sus interlocutores encontraba sus iniciativas como irrealizables, don Pablo contestaba: ¿Cómo no se va a poder?, e inmediatamente se ponía a buscar soluciones.

A sus 101 años, don Pablo nos había invitado a imaginar que la inmortalidad era posible, escribió alguien en redes sociales. Una forma de traspasar los límites que no pudo. Pero en cierta forma algo hay de eso: la obra y pensamiento de don Pablo, su lucha por la Vida y su referencialidad, se quedan para guiar nuestro andar. En su larga trayectoria encontramos un ejemplo de que otra forma de hacer academia y política es posible.

No exagero si digo que la humanidad ha visto partir a uno de sus más grandes defensores: Don Pablo González Casanova, un hombre bueno, de gran corazón, de pensamiento universal y que trascendió fronteras.

Buen viaje, querido maestro. Acá nos quedamos tristes por el viaje sin retorno que emprendió estos días, pero también contentos de haber caminado a su lado, de las lecciones, las luchas y los helados compartidos. Lo vamos a extrañar.

* Sociólogo Twitter: @RaulRomero_mx


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