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La guerra contra las mujeres en México: Un testimonio sobre la desaparición, la violencia de género

Publicado en Camino al Andar

10 de marzo de 2022

Por Mujeres ucranianas resistiendo a la guerra.

En esta sección de testimonios sobre el impacto de la guerra en la vida de las mujeres, queremos incluir los testimonios de madres de mujeres desaparecidas que han sido impactadas por las múltiples violencias que el Narco-Estado, la industria global armamentista y el crimen organizado ha traido a sus vidas. El testimonio de Bethila Beltrán Cabanillas y la historia de la desaparición de su hija Alejandra Peña Beltrán, son parte de un libro colectivo intitulado Nadie Detiene el Amor. Historias de Vida de Personas Desaparecidas en el Norte de Sinaloa[1] que reúne las memorias y experiencias de mujeres rurales y urbanas, indígenas y mestizas, que han visto sus familias y comunidades lastimadas por las violencias de una guerra no reconocida.


Los organismos estatales de derechos humanos reportan la existencia de 350 mil personas asesinadas del 2006 al 2021 más de 95,000 personas desaparecidas, 3000 fosas clandestinas, 55 mil cuerpos no reconocidos en fosas comunes bajo custodia del Estado, 70 mil migrantes en tránsito desaparecidos, esto tomando en cuenta solo los datos oficiales, que los organismos de derechos humanos independientes han señalado como un sub-registro. La desaparición de personas, la mutilación de los cuerpos y su ocultamiento en fosas clandestinas, se han convertido en parte de una “pedagogía del terror” que utiliza los cuerpos como símbolos para marcar territorios, mantener el terror y controlar a la población en un contexto de Guerra contra las mujeres y los pueblos.


Ante este contexto, han sido los colectivos de familiares de personas desaparecidas, integrados mayoritariamente por mujeres, quienes se han movilizado a todo lo largo y ancho del país, para buscar a sus seres queridos. En el marco de estas búsquedas se han convertido también en cronistas de la violencia en México, apropiándose de la palabra escrita y del espacio público para denunciar las múltiples violencias que afectan sus vidas. Compartimos este testimonio que nos recuerda que la Guerra no es un fenómeno que se libra a kilómetros de distancia de nuestro territorio, sino que esta aquí en nuestro barrio, en nuestro estado, en nuestro país.


Berthila y Alejandra:

Justicia sería para mí que se acaben las desapariciones


Alejandra Peña Beltrán tenía 24 años cuando desapareció. Fue el 6 de julio del 2013, cuando la vida nos cambió a todos. Éramos una familia sinaloense común y corriente, mi marido era operador de camiones y yo dedicaba al cuidado de mi casa y mi familia. Había problemas como en todas las familias, pero teníamos todo lo necesario para vivir, y estábamos muy orgullosos de nuestros cuatro hijos: tres jovencitas y un joven. Alejandra era la segunda, siempre había sido la más rebelde, pero era también la más cariñosa de mis cuatro hijos. Aún guardo las cartas en donde me dice que a pesar de que es la que más me mortifica, es la que más me ama, terminaba sus mensajes diciéndome: ”nadie te va a amar como yo mami”.


Desde que era niña siempre era muy firme con lo que quería y lo que no quería. Recuerdo que cuando se graduó de kínder, con su vestido blanco largo, hermoso, bailó el vals, me entregó el diploma y me dijo “hasta aquí estudié mami”. ¡De 5 añitos diciendo que no iba a estudiar más, pues que se creía la plebe! Desde entonces la escuela fue un problema, entraba y salía, pero siempre fue muy trabajadora. Ella hablaba inglés perfecto, lo aprendió cuando nos fuimos a vivir unos años a California, por el trabajo de su papá. Al terminar el primer año de preparatoria, la mande a los Estados Unidos con mi familia que vive allá, y se quedó un año y medio. A los 22 años se salió de la casa, quería ser independiente y se contrató como guardia de seguridad en el aeropuerto. El ser bilingüe le abrió posibilidades, era muy apreciada en su trabajo y hubiera podido ascender si se hubiera quedado ahí. Pero era un trabajo muy pesado, en algunos turnos se tenía que levantar de madrugada para entrar a la cinco y era muy miedosa, no le gustaba salir aún a obscuras rumbo al aeropuerto, “en el turno de la noche me asustan mami, hay fantasmas” me decía. Así que finalmente decidió renunciar y con lo de la liquidación compró ropa para vender, no le gustaba tener patrón, y como era muy amiguera pronto tenía una red de clientes y le iba bien en su negocio.


Aunque no vivía con nosotros, venía mucho a la casa a comer y yo la consentía y le hacía la comida que más le gustaba. En la época en la que desapareció estábamos llevándonos muy bien, ya habíamos superado muchos problemas y yo pensaba que ella estaba encontrando también su camino. Yo soy una madre de mente muy abierta y en estos tiempos ya nada me asusta, si hubiera estado embarazada o si en vez de novio tenía novia, yo la hubiera aceptado igual. Yo no soy de las que dicen “sólo por esa línea”, no, la línea puede tener muchos bracitos y yo trato de entender a mis hijas y las acompaño en todo.


Fue en esa etapa, en la que ella estaba buscando su autonomía y regresaba a estudiar la prepa abierta, cuando alguien por alguna razón que nunca entenderé, decidió acabar con todos los sueños de mi hija. La pesadilla inició cuando la señora que le rentaba un cuarto me habló muy preocupada para decirme que mi hija no aparecía (…) Ellas desaparecieron la noche del 6 de julio del 2013 y al día siguiente ya estábamos las dos madres en el Ministerio Público. Como pasa mucho cuando son mujeres jóvenes las que desaparecen, nos dijeron que nos esperáramos, que tal vez se habían ido con el novio. Hay muchos prejuicios contra las mujeres; cuando pusimos el anuncio en la radio pidiendo apoyo a la ciudadanía para encontrarlas, la gente comentaba cosas horribles, que se fueron detrás del hombre, que se fueron porque ya están hartas de estar en su casa…y cosas así. Uno como madre se siente terrible de escuchar lo poco que importan las vidas de sus hijas.


Yo desde el momento en que mi hija desapreció ya sabía que algo le había pasado. Es una intuición que uno tiene como madre cuando sus hijos están en peligro. Iban a ser los quince años de mi hija la más chica, y ella estaba ayudándome a organizar la fiesta, todos estábamos entusiasmados con la celebración. No iba a irse sin avisar con la fiesta en puerta. Ella nunca le haría una cosa así a su hermanita, ella la cuidaba y la quería muchísimo. Inclusive yo perdí todo lo que había dado para el local, para música, no hubo fiesta, ni nada. Solo búsquedas.


La primera vez que fuimos a poner la denuncia, solo quisieron tomar las declaraciones de la mamá de Carla, porque no tenían tiempo. Yo tuve que regresarme a casa sin poder poner la denuncia, era una impotencia terrible. Hasta la fecha no sé qué fue lo que realmente pasó, y no sé si algún día sabré la verdad, aquí nadie investiga nada y no me queda más que esperar la justicia divina. Pasaron varias cosas antes de su desaparición que pudieran dar pistas si realmente se quisiera investigar, pero cuando cuatro días después, finalmente pude poner la denuncia, me dijeron que me guardara mis hipótesis, que por mi propia seguridad no mencionara a nadie la información que tenía.


Y es que yo tenía unas pistas que me parecía muy importante seguir. Unas semanas antes de la desaparición de mi hija, un militar que trabajaba en el aeropuerto llegó a buscarme a la casa. Al parecer él le había rentado o prestado un departamento a Alejandra y ella había hecho un hueco en la pared para poner un aire acondicionado, sin pedirle autorización. Yo sabía de esto porque fui yo quien le regalé el aire acondicionado, pero no conocía al joven ni tenía idea de que había problemas entre ellos. El hombre estaba muy molesto y quería que mi hija dejara el departamento y le pagará diez mil pesos por las afectaciones. Yo le expliqué que no teníamos el dinero, pero que hablaría con mi hija y lo conseguiríamos. Cuando hablé con Alejandra de esta visita, ella se molestó mucho y me dijo que ella lo resolvería. El militar me llamó varias veces más y tengo mensajes en donde nos amenaza de que nos “atengamos a las consecuencias” si no se le pagábamos lo que pedía. Pero nada de esto quedó consignado en la denuncia porque la persona que me tomó la declaración me dijo que no lo escribiría porque era mejor no mencionarlo (…)


Fueron tres años de seguir pistas falsas, de tocar puertas sin encontrar ayuda, de recibir llamadas de extorsión de Veracruz, Monterrey, de gente que ve los anuncios de que tienes a alguien desaparecido y quiere aprovechar para sacarte dinero. Finalmente a través de nuestras propias búsquedas dimos con alguien que nos ofreció un mapa en donde podrían estar enterradas Carla y Alejandra. Yo hasta entonces las buscaba en vida, no quería ni pensar en empezar a buscar sus cuerpos. Esta información me atormentaba, podría ser una pista falsa más para extorsionarnos, pero algo me decía que no era un engaño, que ese mapa si podría llevarme a mi hija.


Fue entonces cuando decidí acercarme a Las Buscadoras. Yo había intentado contactarlas en otras ocasiones, pero encontraba la oficina cerrada. Me quedaba parada viendo las fotos que tienen en las ventanas de los desaparecidos. Hombres y mujeres jóvenes como mi Alejandra, que estaban siendo buscados por madres desesperadas como yo. Finalmente un día pasé por la oficina y vi a Mirna Medina sentada con unas jóvenes, que después supe que eran psicólogas. Recuerdo perfecto esa tarde, Mirna me recibió así con su sonrisa, como si me conociera de siempre: “Yo tengo una hija…” le dije y ya no pude hablar más, porque yo no puedo hablar de mi hija sin quebrarme. Entonces las psicólogas me abrazaron, me sentaron, me dieron un vaso de agua. Y ya le conté a Mirna lo que me habían dicho, y le mostré el mapa que me habían dado.


El día que me hablaron para decirme que habían encontrado los cuerpos de dos jóvenes que podrían ser Alejandra y Carla, sentí que me moría. Me preguntaron si mi hija tenía un trabajo dental y si lo tenía, porque una vez se había caído cambiando un foco. Mirna me acompañó a hacerme la prueba de ADN, y empecé a buscar a su papá para que se la hiciera, pero él tenía el celular apagado y tuve que ir con una de mis hijas…


Finalmente me dijeron que las pruebas de ADN habían sido positivas, que se trataba de mi hija. Pero no me dieron ninguna explicación, no me dijeron como la encontraron, ni nada. Daban por sentado que yo ya sabía todo. Gracias a Dios soy una persona estudiada, si bien no terminé la carrera, leo mucho, me informo mucho y lo que no se lo pregunto. Pero igual fue una pesadilla burocrática. Fueron papeles y papeles. Nuevos interrogatorios ¿cómo se llama? ¿dónde vive y con quién vive? Yo sólo quería que todo terminara y que me entregaran los restos de mi hija. (…) A partir de ese día fue como si encontrara una nueva familia. Eran la mayoría madres como yo, también algunas esposas y hermanas, pero todas mujeres. Ellas me ayudaron a buscar a mi hija y desde entonces somos hermanas de dolor. Estar juntas, ir a las búsquedas juntas, es como una terapia. Mirna pensaba que yo no aguantaría ir a las búsquedas, caminar en el monte pero soy de rancho y estoy acostumbrada a caminar, con más razón si es para encontrar a nuestros hijos e hijas.


Después de que me entregaron a mi hija, nunca me dijeron si seguirían buscando o no. La investigación sigue abierta pero nunca más me han buscado para nada más. Yo ya no espero nada de ellos, no pido justicia, porque digo que justicia solo la da El de arriba y que Él va a poner las cosas en su lugar, Él va a poner los medios para que llegue la paz y la tranquilidad a mi alma. Para mí la verdadera justicia sería que se acabe todo esto, que no haya más jóvenes desaparecidos y que ya no haya madres como Manqui, como Mirna y como yo. Para mí esa sería la justicia.

[1] Este libro fue producto de un Proyecto de investigación activista que realizaron Carolina Robledo y Aida Hernández Castillo con la colectiva Las Rastreadoras de El Fuerte, integrada por madres, esposas y hermanas de personas desaparecidas. El libro completo se puede bajar gratuitamente en https://www.giasf.org/uploads/9/8/4/7/98474654/25.pdf

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