Publicado en Congreso Nacional Indígena
15 de junio de 2022
Guidxi Rucaalú
El sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida misma cuando combate, dice la doceava tesis de la historia de W. Benjamín. En efecto, qué sería de esta región inserta en los intereses geopolíticos de los finqueros, sin aquellas mujeres y hombres que no esperaron que esta -nuestra- generación les agradeciese por sus acciones, sino que dejaron en la memoria el recuerdo de que ellas y ellos fueron abatidxs, perseguidxs y amenazadxs por la defensa de Layú Nabee.
En la Sierra de Santa Marta se conserva la memoria de la rebelión de Acayucan (1906). Una sublevación en donde nahuas junto a los y las tannundajïïyi (popolucas) se enfrentaron al reordenamiento territorial, que había conllevado a la especulación y despojo de más de 80 mil Ha de tierras por la construcción de las vías férreas en su territorio. Contrario a lo que relata la historia oficial, nuestras hermanas nahuas y tannundajïïyi defendieron su territorio junto a los miembros del Partido Liberal Mexicano. Y sabían que la defensa del territorio no podía ir desligada del momento histórico, el impulso y la victoria de la revolución política y económica que el PLM pregonó hasta las últimas consecuencias.
Mientras tanto, en la planicie costera se susurra de una generación a otra una de las rebeliones más importantes del siglo XIX, la cual se opuso a la construcción de una vía interoceánica que implicaba el despojo de los terrenos, posesión de los pueblos de la región, así como la privatización de las salinas como pago de los préstamos que financiaron la guerra contra Francia. Esta rebelión no está inserta en la historia oficial, pero sí en el recuerdo de la lucha encabezada por Che Gorio Meledre transmitida mediante la historia y memoria oral.
En Juchitán, aún se recuerda de voz en voz aquel movimiento que luchó por la recuperación de tierras comunales, las cuales estaban en manos de terratenientes; se guarda en la memoria la constante recuperación de las salinas y la lucha histórica por el nombramiento autoridades agrarias, que conllevó a la toma del poder municipal por la ardua movilización de la población lo que significaba en primera instancia la voluntad popular para dirigir su comunidad. Cómo olvidar esos años 70’s que marcaron la vida de hombres y mujeres binnizá y que hoy se transmiten como saberes de generación a generación.
Nuevamente, la historia que el poder intenta negar. No podemos olvidar el encuentro en el cual se dieron cita más de 30 comunidades, ejidos y pueblos de Oaxaca y principalmente del Istmo como son las ayuujk (mixe), tannundajïïyi, binnizá, ikoots y angpon (zoque), en la comunidad de Matías Romero. Allí se reunieron aquellos sujetos que forman parte de la historia, nuestra historia, para analizar y ver las formas y modos de combatir el entonces megaproyecto zedillista “Programa Integral de Desarrollo Económico para el Istmo de Tehuantepec”, el mismo que hoy ha sido reciclado bajo un nuevo nombre y un nuevo capataz. Desde aquel año de 1997 los pueblos reunidos en Matías Romero declararon que “El Istmo es Nuestro” no de los gobiernos ni de las empresas.
Quizá la desmemoria es una cualidad del nuevo capataz y sus seguidores. Pero ¿qué sería de nosotras y nosotros sin esa memoria que ha de recordarnos que somos pueblos con historia? ¿Qué sería de nuestro presente si olvidamos aquella batalla dada por nuestras hermanas y hermanos ikoots y binnizá? El 2012 fue el escenario de aquel combate que nuestros pueblos dieron, contra aquel que pretendió ser el mayor parque de generación de energía eólica en Latinoamérica, impulsado por los gobiernos calderonista y peñista en contubernio con la multinacional Mareña Renovables (con capital español, holandes y japonés). Qué sería ahora de las lagunas superior e inferior, sagradas para quienes en los litorales se desenvuelven, sin la ardua lucha emprendida por los pueblos de mar y viento contra uno de los más grandes emprendimientos del capitalismo verde.
Esta no es toda la historia de aquellos que dejaron huella para el conocimiento histórico de Layú Nabee, son solamente fragmentos de las varias memorias que como mujeres, hombres y otroas hemos guardado de generación a generación. Hacer nuestro el pasado no significa conocerlo como realmente fue, hacerlo nuestro “significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro”. Hoy el peligro se deposita en los oídos de los seguidores del capataz, oídos, que se vuelven sordos a los susurros de aquellos que ayer enfrentaron al mismo monstruo que hoy se presenta con nuevo nombre y diferente color.
Hoy el peligro sé vistió de izquierda y desde su podium convence a sus seguidores de que los pueblos indígenas no hemos sido sujetos de historia en los pasados regímenes; hoy el capataz ha hecho creer a sus seguidores que nuestra historia como pueblos comienza con él; ha querido borrar que como pueblos indígenas hemos sido los primeros en enfrentar el despojo; el capataz ha convencido a sus fieles de que la defensa de los territorios inicia con él al frente y es garantizada por sus instituciones clientelares. Hoy el peligro amenaza la permanencia y continuidad de la memoria, así como a los receptores de la misma, lo que ha conllevado a muchas y a muchos a entregarse como instrumentos de réplica del capataz.
Ahora, más que nunca, es preciso arrancar la memoria de manos del conformismo, pues la memoria desde un podium todas las mañanas está siendo sometida. Porque el capataz no solo viene como redentor y mesías, sino que pretende terminar como vencedor. Hacer el pasado nuestro es una chispa de esperanza que únicamente los pueblos sabemos aprovechar, porque si el capataz vence tampoco nuestros muertos estarán a salvo de él. La chispa de la esperanza que nuestra memoria nos trae hoy nuevamente se hace presente, porque la conciencia de hacer saltar el continnum de cada época es propia de los pueblos indígenas en el instante de su acción.
¿Pensaba acaso que el silencio de los oprimidos reinaría durante su gobierno? Sin duda, la violencia sigue siendo su arma de respuesta a aquellas demandas colectivas que prometió resolver y hoy ha dejado en el olvido. Los pueblos que luchamos en el pasado somos los mismos que mantenemos las luchas por el presente y el futuro. Ahí estamos, estuvimos y estaremos resistiendo con firmeza, sin importar el cambio de capataz, porque sabemos que los partidos no resolverán los agravios que históricamente hemos padecido. Sin miedo a equivocarnos, decimos que no existió el fin de una era política, ni el inicio de otra, sino la continuidad de un capitalismo depredador.
Hoy, la chispa de la esperanza acciona, habla y piensa en ayuujk con machete en mano, expulsando en más de una treintena de ocasiones a la empresa La Peninsular de Grupo Hermes, quienes tienen adjudicado la licitación para la “modernización” de 50 km de vías férreas del FIT en el tramo que atraviesa el territorio de quienes en la zona norte de la Layú Nabee habitan. Esta misma chispa se hace presente al sur, donde mujeres binnizá defienden su territorio en nombre del totopo, del maíz y del viento, desde la acción y reflexión en diidxazá en contra de la instalación de un clúster agroindustrial, textil y metalúrgico de más de 400 Ha, que en su monte del Pitayal se pretende erigir.
Pero para poder hacer saltar el continnum de esta época, será necesaria la solidaridad de todxs lxs que habitamos este territorio y de quienes, desde otras diversas geografías, escuchan nuestros susurros. Porque aunque nos encontramos geográficamente dispersas, dispersos y dispersoas, en un mundo interconectado por el Capitalismo, el Estado y el Patriarcado, todo lo que atañe a un territorio geoestratégico también afecta a otras regiones del globo.
Si ellos interconectan el mundo para el despojo y la acumulación de capital, nosotrxs debemos interconectar nuestros mundos para la resistencia.
En este Tren llamado “Cuarta Transformación” con sus vagones nombrados “Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec” y “Tren Maya”, es momento de encontrarnos no para dar un freno de emergencia a este Tren, sino para generar las condiciones que echen abajo las estaciones del tren. Y en este sentido, ser los pueblos indígenas, junto a la solidaridad de nuestrxs hermanxs de los muchos mundos que caben en este mundo, los protagonistas de la locomotora de la historia.
Es por esto que, CONVOCAMOS a naciones, tribus, pueblos, comunidades, organizaciones y colectivxs indígenas, sociales, populares, medios libres o como se llamen y a todxs quienes luchan y resisten en Oaxaca, México y el Mundo a colaborar, apoyar y participar en la Caravana y Encuentro Internacional “EL SUR RESISTE” a realizarse en los territorios amenazados por los megaproyectos Corredor Interoceánico y Tren Maya, durante la primavera 2023, con el objetivo de reencontrarnos después de tres años de pandemia y articular nuestras experiencias, sentires, formas de luchar y resistir. Este llamado es extemporáneo y apremiante, ante la devastación, despojo y saqueo que está ocurriendo en este momento, mientras sigue corriendo el reloj del juicio final y los estragos de la crisis climática impactan nuestros territorios.
Para ellos estaremos realizando e invitando a reuniones de preparación, organización y articulación en diversos territorios de México y el Mundo, por lo que invitamos a estar pendientes de los próximos llamados, susurros y pasos a dar entre todxs.
Sin duda son más las venas que nos unen, que las grietas que nos dividen, desde Layú Nabee está es nuestra palabra:
Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo en Defensa de la Tierra y el Territorio – APIIDTT
P.D. Más del 60 % de abstención en las elecciones a gobernador en Oaxaca. ¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo y floreciendo. En la retirada de las urnas construimos resistencia.
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