Publicado en Camino al Andar
31 de enero de 2025
PRÓLOGO
Rocío Moreno
Hace veinticuatro años, comenzamos a reunirnos algunos pobladores del barrio de La Cuesta de Mezcala, Jalisco. Del centro iba Mane que, en ese entonces, era estudiante de la preparatoria, y con el tiempo comenzaron a llegar más gentes de otros barrios, pero en principio fuimos un grupo mayoritariamente de La Cuesta. Ahí nos veíamos cada sábado en el corral de mi casa para hacer la plática. La primera en llegar era Mari (María Machetes), quien siempre llegaba con una carga de leña para prender el fogón. La que la esperaba era mi mamá Rosita Moreno. Ellas eran primas y fueron también las mayores que nos convocaban. Ambas procuraban la comida y bebidas para los que íbamos llegando. Todos los sábados había frijoles, tortillas, pescado frito, huevo asado en el comal, chile de molcajete, café o té de hojas de limón, y lo demás que fuéramos arrimando. También estaba Leonor y Adelo y sus cuatro hijos. Adelo, quien nos hablaba y preguntaba sobre el zapatismo, llevaba a sus amigos Mario de los Santos y Jorge Pérez, que es más conocido como “El Diablo”. Poco después se incorporó Silvestre Claro y su esposa Lourdes y sus cuatro hijos también, y con eso se animó Paula Pérez, los comuneros Simón de los Santos y Santiago Claro, y niños del barrio que al ver bulla de todos los que nos reuníamos, se acercaban también. Ese grupo nos llamamos Colectivo Mezcala, y por cuatro años nos reunimos de manera interrumpida cada sábado. En 2004, viajamos algunos del
colectivo a territorio zapatista, para literalmente encontrarNOS.
En esos primeros cuatro años, no porque ahí comience nuestra historia, sino porque fue muy importante ese espacio que tuvimos para reunirnos, dialogar, preguntar, reflexionar, compartir, además de reír y fortalecernos en nuestros lazos afectivos. Lo que quiero decir es que, ahora ya no buscamos reunirnos sin una agenda programada, nos hemos alejado de sabernos disfrutar en la vida, y ese espacio fue así, de reflexión y análisis, pero, sobre todo, de solo estar ahí para disfrutarnos y acompañarnos. La cosa es que, cuando se junta gente y reflexiona en colectivo, por fuerza y sin buscarlo, se despliegan pensamientos y prácticas emancipatorias. Además, hay que agregar que muchos de nuestros diálogos se concentraron en la experiencia de la lucha zapatista, y definitivamente ahí nació nuestro “simpatismo y más allá” con el zapatismo.
La admiración y esperanza han venido desde el sur rebelde de los zapatistas, en ellxs nos veíamos reflejados, pero también, veíamos/vemos nuestras carencias, del camino largo que aún falta construir y andar. Entonces, fue por eso por lo que sin dudarlo viajamos al encuentro con los zapatistas en 2004; viajamos junto con compas del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) desde la ciudad de Guadalajara en un autobús lleno de personas que se sentían convocadas por los sureños rebeldes. Cuando llegamos y tuvimos nuestro primer contacto con los zapatistas, fue en el registro que nos dijeron rápidamente lo que teníamos que hacer y que desde ese tiempo no hemos parado. Fue simplemente: “¿A qué pueblo originario pertenecen? Entonces, regresen a su pueblo y hablen con sus autoridades tradicionales y desde ahí, organícense”.
Y pues regresamos, y por alguna razón, nuestros ojos vieron a nuestro pueblo de una manera distinta. Nuestra mirada se amplió totalmente, tuvimos que ir hasta el estado de Chiapas para que nos recordaran que nuestra lucha estaba y siempre ha estado en nuestras tierras. Una de las primeras acciones fue ir a la Casa Comunal para pedir hablar con la Asamblea de Comuneros de Mezcala. Después, comenzamos a asistir al Congreso Nacional Indígena (CNI) y veíamos lo importante de ese espacio y de la palabra que había en todos los hombres y mujeres de la tierra de los MéxicoS que hay. Pronto, nos la arreglamos para que el CNI, la “casa de los pueblos”, asistiera a nuestro pueblo y así, nuestra gente y autoridades tradicionales pudieran verse en ellos también.
Fue en 2006 cuando se celebró el Foro Nacional en Defensa de la Madre Tierra y la Autonomía de los Pueblos. Ese foro fue el encuentro entre nuestras autoridades tradicionales y la población en general de Mezcala con los delegados y delegadas del CNI y las comandantas Míriam y Gabriela del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en nuestro pueblo. Ese encuentro marcó un parteaguas en muchos de nosotros, pues después de haber recibido a más de 700 delegados y delegadas indígenas de distintas partes del país, la comunidad se quedó con mucho aprendizaje y con muchas tareas por comenzar. Ahí, por primera vez, nos vimos en un escenario nacional, en una lucha mayor, más amplia, una que rebasaba nuestra propia lucha, y se abría una nueva que se hace junto con los pueblos originarios de México.
La autoridad de ese momento estaba representada por el comunero Martín Enciso, y fue su mesa la que, desde la Casa Comunal, abrió una serie de trabajos organizativos, como la elaboración del estatuto comunal, el juicio de invasión de tierras, la renovación del censo básico de comuneros, los talleres de historia, etcétera. Todos estos trabajos, intentaban fortalecer a la Asamblea de Comuneros, a la identidad indígena en nuestros habitantes, sobre todo en las nuevas generaciones, y la lucha por la tierra. Comenzamos desde nuestra total ignorancia, pero poco a poco comenzamos a reconectarnos con nuestra historia, autoridades tradicionales y las problemáticas que enfrentaba el pueblo.
A pesar de que los comuneros vieron con buenos ojos los trabajos que se iniciaban, tenían muchas dudas sobre la postura que tendrían los jóvenes del pueblo, principalmente, en si verdaderamente harían cumplir el mandato de mantener las tierras comunales. En los mayores existía una enorme duda en si las nuevas generaciones seguirían luchando por conservar el territorio ancestral. Lo único que vimos viable, fue comenzar a generar diálogos intergeneracionales, y ese espacio se llamó “Talleres de historia comunitaria”. Estos talleres se iniciaron en 2007 como mandato y acuerdo de la Asamblea General de Comuneros. La respuesta fue muy fuerte, los niños, los jóvenes, los adultos y abuelos fueron los que construyeron al taller, pues su palabra, su metodología, se quedó para marcar el funcionamiento de este espacio que aún sigue vivo. Ahí, fue donde leímos el Título Primordial que el pueblo recuerda con recelo, escuchamos la historia de los insurgentes en la isla de Mezcala, se recordó el origen del pueblo Coca y el por qué somos una comunidad cocana y conformamos al pueblo Coca.
Entonces, vimos que, en los documentos antiguos de Mezcala, se escribía con “x”, y pronto modificamos el nombre de los “Talleres de historia comunitaria de Mexcala” para referirnos a nuestro pasado y colocarlo en nuestro presente, de la misma forma que ahora se nombra Universidad Comunitaria Mexcala con “x”, para remontarnos a nuestro pasado y solo desde ahí situarnos. Los que hemos sostenido este espacio que ahora ya tiene 17 años de vida, hemos visto como poco a poco nuestra identidad como pueblo originario va madurando y fortaleciéndose. Los Talleres de historia comunitaria de Mexcala, comenzaron con la escucha, después se comenzó a investigar, documentar, escribir y generar materiales didácticos para la enseñanza de nuestra historia. Entonces, sin saberlo ya estábamos sosteniendo un espacio de aprendizaje, de mucho análisis y sobre todo de creación, donde nosotros plasmamos nuestra versión propia de nuestra historia y de nosotros mismos. Lo que se iba generando desde este taller (libros, folletos, juegos didácticos, mapas, videos, audios, arte, etcétera) se socializaba no solo en Mezcala, sino que también hacia afuera y ahí también tomó sentido nuestro trabajo. Entonces vimos que otra educación y formas de aprendizaje se viven YA en nuestros pueblos y organizaciones.
Sin duda, un pueblo con su historia se sitúa de manera distinta frente a los demás. En esos años (2000-2010), la comunidad enfrentaba una embestida de problemáticas, como el desconocimiento del pueblo Coca en el catálogo nacional de pueblos indígenas de México y la ley estatal indígena del estado de Jalisco; la restauración de la isla de Mezcala por parte del INAH, la Secretaría de Cultura de Jalisco, la Secretaría de Turismo de Jalisco y el Ayuntamiento de Poncitlán; y una invasión de tierras en el cerro conocido como del Pandillo. Probablemente la lucha que se volvió más emblemática fue la invasión que soportó Mezcala por 23 años. Esta invasión fue provocada por un empresario de la ciudad de Guadalajara. Este invasor se vio siempre cobijado por las autoridades municipales y con su dinero manipuló en muchas ocasiones la ley. Esta invasión significó mucho desgate, conflicto al interior del pueblo y hostigamiento y encarcelamiento a los defensores del territorio. Sin embargo, esos años también fueron de mucha agitación y movilización en nuestra comunidad, por lo que al final, el pueblo resistió, y logró la recuperación de tierras el pasado 4 de octubre de 2022.
Esta recuperación de tierras se hizo a través de un juicio de restitución de tierras, y aunque sabíamos que las tierras eran nuestras y, por tanto, que en algún momento las tierras regresarían a nuestras manos, también sabíamos que el Estado mexicano y sus corrupciones tan descaradas podrían atreverse a beneficiar a un invasor. En los años que duró el juicio siempre sostuvimos que esas tierras las recuperaríamos, con una sentencia favorable o en contra, la tierra tendría que regresar con sus verdaderos herederos. Con esa claridad, es que logramos prepararnos y comenzar a pensar en el uso que tendrían las tierras recuperadas, pues sin duda, pronto las tendríamos. Y entonces, comenzó la cocción lenta que hasta ahora seguimos y que, en 2022, el día de la toma de tierra, los comuneros anunciaron: las tierras recuperadas serán para uso de la Universidad Comunitaria Mexcala.
Por eso, es que no sabemos que vino primero, si la lucha, la problemática, la historia, la bulla, los encuentros, la toma de tierras o la resistencia para que naciera el sueño colectivo de tener una universidad para nuestro pueblo. Ante la crisis civilizatoria que enfrentamos, nuestra trinchera se ha fortalecido en la construcción de pequeños o enormes espacios que nos permitan sostener la vida, una digna; es decir, la lucha por recuperar y sostener la vida digna en nuestros pueblos. Mezcala no está solo en esta lucha, por eso, es que quienes están dentro del proceso-construcción de la Universidad Comunitaria Mexcala, no son solo los nacidos en Mezcala. En esta guerra contra la humanidad, es necesario articularnos con los que aún creemos que la vida debe de colocarse en el centro de todas nuestras organizaciones y solo así, habitar los muchos mundos que somos. Y ese es el punto de encuentro con pueblos, colectivos o personas que, aunque se suman a título personal, es pues, para crecer al colectivo que somos. Y entonces, no los vemos ni sentimos como individuos, sino, como comunitarios que entregan también su corazón, su sentipensar, su pensamiento y sus prácticas al bien común.
Uno de los comunitarios que nos hemos encontrado desde hace muchos años, ha sido el Doc. Alonso. Desde que lo conocimos, siempre hablaba de la importancia de la lucha de Mezcala, ni siquiera teníamos que explicarle cual era nuestra lucha, porque el comprendía nuestra palabra y la de nuestros antecesores. Siempre me he preguntado qué forma toma su rostro cuando duerme, pues siempre tiene sus ojos bien abiertos, parpadea muy poco, puede hasta ponerte nerviosa su mirada, pero, aun así, lo jalamos y hacemos la plática con él. Algunas veces caminó con nosotros en nuestra isla, se sentó a escuchar y hablar en la casa comunal con los comuneros y pobladores del pueblo, y por supuesto, caminó y disfrutó la comida y convivencia en la casa de muchos de nosotros que siempre sentíamos con alegría su visita de él y su compañera de vida a nuestra querida Gaby. Pues así es como hemo sido caminando con el comunitario Doc.
El trabajo del comunitario Doc, es distinto al de los academicistas, pues hemos visto cómo no solo a nuestro pueblo, sino a las distintas luchas en Jalisco —pero no solo— ha abierto espacios desde la frialdad y des-humanismo de las universidades para hacer escuchar nuestras demandas y posturas. Desde el 2012 se ha consolidado la Cátedra Jorge Alonso y en ese espacio, es donde se han hecho visibles algunos de los movimientos sociales de nuestra actualidad. En este año, 2024, la Cátedra dedicó su espacio para hablar sobre el proyecto que se está echando a andar en el pueblo de Mezcala, la Universidad Comunitaria Mexcala. Saberes para otros mundos posibles, fue coordinado por Inés Durán, quien llegó a Mezcala por el Doc. y que también es una comunitaria. Inés es una mujer silenciosa y desde ahí, dialoga. Nosotros como ya la conocemos, sabemos cómo se puede hablar desde el silencio. Así, la Cátedra Jorge Alonso en 2024, convocó a este diálogo llamado Saberes para otros mundos posibles los días 18, 19 y 20 de abril. Dos días en la Universidad de Guadalajara, un día en el pueblo de Mezcala. Este evento, fue un encuentro entre los que compartimos espacios, luchas y sueños comunes. Esos tres días de concentración abrieron diálogos esperanzadores y nuevas y muchas preguntas.
Algunos de los principales diálogos fueron sobre la defensa y conservación del territorio y de la importancia de sostener el vínculo con la tierra, pues ahí en la raíz está nuestra fuerza. También se posicionó la existencia de otros derechos, así en plural y del cómo es un absurdo el seguir sosteniendo y avalando que solo existe un solo sistema normativo en nuestras sociedades. Y por supuesto, que se habló sobre lo que debemos de cuidar para gozar de una educación comunal, decolonial y liberadora, pues la educación que se va generando es la que se logró por la resistencia de nuestro pueblo. Y entonces, se hablaba de que la educación debe de ser gozosa. Escuchamos la palabra de la experiencia de los Ayuuk en la voz de nuestro querido Paco Morfín, y también la palabra de la Pluriversidad Autónoma Comunitaria de Chiapas, y la visión transterritorial de UniTierra Califas, y más lejos aún, la palabra de las maestras y maestros de las universidades autónomas de Rojava. También escuchamos la palabra y vimos la gráfica de los jóvenes y niños de Mezcala, todos ellos con un trabajo ya iniciado y diciéndonos que YA se está trabajando en la educación, en una educación que necesariamente debe crecerse con nuestra visión y en nuestros propios términos. En este libro, encontrarán no solo la palabra de estas mujeres, hombres, jovenxs y niñxs, sino también, la esperanza necesaria para movilizarnos.
P.D. Se me olvidó decir quiénes somos, creo que eso va al inicio, y parece que es muy importante, porque últimamente nos preguntan mucho eso. Así que intentaré explicar lo mejor que pueda: Somos la universidad que ya comenzó sin un edificio, y que no sabemos cuándo lo tendrá; entonces, aunque ya comenzó, no ha abierto las puertas. Somos la universidad que nació por una lucha o la lucha se sostuvo por los estudiantes que comenzaron esa universidad. Somos los que no sabemos que seremos, pero que comprendemos a profundidad la necesidad de movilizarnos y de construirnos y fortalecernos en comunidad. En este libro encontrarás algunas pistas de los que creemos que somos y que sentimos que la otra educación ya inició desde hace tiempo atrás. Ahora sí, por último, también nos han preguntado que desde cuando nació la idea de hacer una universidad, y entonces, decimos: “¡qué más da, si fue primero el sueño, la lucha o la universidad, o al revés!”, porque si ponemos atención, en distintos momentos cruciales de nuestra historia, aparecen siempre juntos, así que tal vez, siempre han sido las tres.
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