Publicado en La Jornada
21 de diciembre de 2021
Por Magdalena Gómez
Hoy día, donde coloquemos la mirada sobre los pueblos indígenas, encontraremos la diversidad de sus resistencias. Cotidianas y puntuales, unas; estratégicas y de largo alcance, otras. A la vez observaremos, un patrón similar en las respuestas en curso por parte del Estado que, en general, hace caso omiso de la implicación que tendría respetar los derechos colectivos de dichos pueblos, en particular en los megaproyectos que ya han sido declarados de interés público y seguridad nacional.
Ubicando la resistencia de largo alcance, me refiero a la que durante este año inició el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), invitando al Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Frente de Pueblos en Defensa del Agua y de la Tierra de Morelos, Puebla y Tlaxcala. Recordemos el anuncio en octubre de 2020, de una más de las iniciativas políticas zapatistas, en este caso para recorrer el mundo y escuchar y compartir con sus iguales las luchas en curso, según sus circunstancias, contra el enemigo común que es el capitalismo, más allá de los gobiernos en turno. Y se preguntaron: “¿A quién importa que un pequeño, pequeñísimo, grupo de originarios, de indígenas, viva, es decir, luche? Porque resulta que vivimos. Que a pesar de paramilitares, pandemias, ‘megaproyectos’, mentiras, calumnias y olvidos, vivimos. Es decir, luchamos. Y en esto pensamos: en que continuamos luchando. Es decir, seguimos viviendo…caminaremos o navegaremos hasta suelos, mares y cielos remotos, buscando no la diferencia, no la superioridad, no la afrenta, mucho menos el perdón y la lástima. Iremos a encontrar lo que nos hace iguales…” (5/10/20).
Esa declaración, se concretó y primero cruzó el Atlántico, desde Isla Mujeres el Escuadrón 421, en el navío denominado La Montaña y tres meses después cerca de 200 delegados arribaron y recorrieron la Europa rebautizada como insumisa, ello no sin tropiezos y racismos que en su momento fueron denunciados en torno a la aparente imposibilidad de obtener un pasaporte para iniciar la travesía por ser extemporáneos en su registro de nacimiento.
El pasado 14 de diciembre el subcomandante Moisés dio cuenta del retorno sanos y salvos a las comunidades zapatistas en Chiapas y de otras entidades y ante todo dieron GRACIAS, sí, con mayúsculas, a los numerosos colectivos europeos que los recibieron, compartieron, alimentaron , hospedaron y cobijaron, y señaló que ahora toca revisar nuestros apuntes para informar a nuestros pueblos y comunidades de todo lo que aprendimos y recibimos de ustedes: sus historias, sus luchas y su insumiso existir. Y, sobre todo el abrazo de humanidad que recibimos de sus corazones. Todo lo que les llevamos fue de nuestros pueblos. Todo lo que recibimos de ustedes, es para nuestras comunidades. Ya compartirán públicamente los zapatistas lo que consideren de esta importante e inédita experiencia, podemos imaginar lo que serán los relatos en las comunidades. Viene a mi memoria el testimonio de nuestro querido Ronco, Ricardo Robles (†), al regreso a la Sierra Tarahumara de la delegación rarámuri que acompañó al cierre de la marcha El Color de la Tierra en el Zócalo de la Ciudad de México, el 11 de marzo de 2001. Con gran sorpresa informaron que somos muchos; se referían a los pueblos de todo el país y con orgullo agregaron y nos mencionaron. Quien conozca ese pueblo y esa región entenderá la dimensión de esa noticia. Y dos meses después se reunieron de nuevo en la sierra para analizar la contrarreforma indígena; El Ronco aclaró que sólo entre ellos y concluyeron con una palabra: esperanza. Lo cual sólo puede emanar de la conciencia de que el camino es largo y confían en su decisión de luchar, en su fortaleza y resistencia ante adversidades que han sufrido a lo largo de la historia.
Es muy claro que los pueblos indígenas no utilizan la unidad de medida de tiempo de la clase política, no les preocupa si están o no a la mitad del camino; en contrapartida, encontramos que a la sociedad en general y de manera lamentable, no le importa lo que pasa con los pueblos si logran cooptarlos o desmovilizarlos en nombre del llamado desarrollo que bien traducen como despojo. Su narrativa es muy otra y pueden coincidir en que el actual gobierno no es identificable con Gustavo Díaz Ordaz y, sin embargo, no olvidan que tiene una espina clavada con el asesinato impune de Samir Flores Soberanes, que sigue sin esclarecer y no es del pasado.
Así, tenemos a la vista la evidencia de que los problemas de los pueblos y de todos son mundiales, porque el capital no tiene nacionalidad, si acaso domicilio y ya les hicieron la visita a algunas empresas europeas para que se enteren de que deben rendir cuentas de su participación en megaproyectos en tierras mexicanas. Esta estrategia es un eslabón más de la resistencia que en sus ya próximos 28 años de presencia pública, el EZLN ha impulsado bajo el horizonte anticapitalista.
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