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Ejército Zapatista: resistencia ante las amenazas y otros retos en 2022

Publicado en Sputnik

13 de enero de 2022

Por Samuel Cortés Hamdan

Pintura: Paola Stefani


El presidente Carlos Salinas de Gortari prometió a México ingresar a la modernidad global posterior a la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), pero el último año de su mandato confrontó su relato.


El 1 de enero de 1994, hoy hace 28 años, una organización armada le declaró la guerra al Estado mexicano en exigencia de justicia y reconocimiento para las comunidades indígenas del país: se trata del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que operó la toma militar de cabeceras municipales en su bastión territorial, el estado de Chiapas, ubicado en el sureste del país.

Desde entonces, el movimiento ha sido un referente del panorama político nacional, ha recibido el apoyo de intelectuales internacionales como el escritor José Saramago, ha acompañado la candidatura presidencial de la vocera María de Jesús Patricio Martínez Marichuy en 2018, ha viajado a Europa para recoger experiencias de insurgencia, ha dialogado en la Ciudad de México, entre otros episodios de crítica y propuesta.

A casi tres décadas del nacimiento de esta fuerza política, ¿qué desafíos siguen atravesando los llamados zapatistas, nombre adoptado por su identificación con el Ejército Libertador del Sur de Emiliano Zapata, y qué perspectivas los acompañan e interpelan en el futuro? Sputnik conversó con Raúl Romero, simpatizante del zapatismo, académico en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y latinoamericanista, para tratar de disipar este escenario.


Continuidad de lucha horizontal durante tres décadas


A pesar del paso de los años, al Ejército Zapatista lo distingue la orientación política de apegarse a lo que los pueblos mandatan y a construir la toma de decisiones desde la base hacia las dirigencias, nunca a la inversa, explica Romero.


"No hay movilización, acción, sin que sea consensuada y ordenada desde las bases, esto es para muchos complejo y a veces podría parecer lento, sin embargo es lo que da precisamente ese sustento al zapatismo de ser un movimiento, como ellos mismos se definen, de abajo y a la izquierda, de replantear la otra política", apunta el estudioso en entrevista.

"Un proceso desde abajo, comunitario, en esta ocasión además reforzado por las tradiciones de los pueblos originarios, en donde las decisiones se toman por asamblea, en donde el diálogo y el consenso es fundamental y en donde lo que importa es ir construyendo ahí esa alternativa desde lo micro, en la comunidad, en el municipio, en la región", añade.

Esta construcción de abajo los diferencia de muchas otras organizaciones políticas, considera Romero, donde lo frecuente es que las decisiones sean verticales o que se implementen desde entidades centralizadas hacia las periferias.


El zapatismo en cambio, distingue el académico, elige su distribución de hospitales, escuelas, cooperativas y proyectos comunitarios con la participación directa de los pueblos.


"En el sentido de los zapatistas los pueblos dicen qué es importante para ellos y su gobierno obedece, los pueblos dicen qué es lo que ellos necesitan y su ejército los respalda", expone.


Omisiones y traiciones del Estado mexicano


Habiendo iniciado como un movimiento militar, el Ejército Zapatista apostó al diálogo con las autoridades mexicanas para alcanzar el cumplimiento de sus demandas y el reconocimiento de su autonomía, sin embargo los acuerdos han sido traicionados por las fuerzas políticas tradicionales de México, expone Romero.


"No sólo hay omisiones, sino hay traiciones", puntualiza.


El zapatismo no nada más luchó por el reconocimiento de sus pueblos, sino por todos los pueblos originarios del país, destaca el latinoamericanista, mediante distintas fuerzas, como el Congreso Nacional Indígena (CNI), que gestionó la precandidatura de Marichuy en el proceso electoral de 2018.


Los Acuerdos de San Andrés, suscritos en 1996 entre el EZLN y el Gobierno de México, fueron la primera concertación explícita entre ambas fuerzas, recuerda el académico, sin embargo fueron desconocidos por prácticamente todas las fuerzas políticas tradicionales.


"Era un documento consensuado entre el EZ, entre los pueblos originarios y representantes del Estado mexicano, fue rechazado por prácticamente todos los partidos políticos en marzo de 2001, cuando se implementa una reforma —una contrarreforma, dicen los propios pueblos— que no tiene nada que ver con lo que se había acordado previamente en las mesas de negociación", declara.


Uno de los elementos más importantes reivindicado históricamente por los zapatistas, subraya Romero, es el territorio, ante una de las reformas neoliberales más brutales implementada por Salinas en 1992, que reestructuraba criterios constitucionales derivados de la Revolución mexicana acerca de la propiedad de la tierra, lo que golpeó la gestión comunitaria de la tierra entre las comunidades indígenas.


Esta reforma salinista no sólo no se atendió sino que se agudizó, lo que dio lugar al desarrollo de mineras y megaproyectos, que conllevaron despojo territorial contra las comunidades, reclama el universitario.


La amenaza de guerra civil que advierten los zapatistas


En el segundo semestre de 2021, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) advirtió a la opinión pública que Chiapas se encuentra al borde de la guerra civil.


Esta fuerza política consideró que el estado atraviesa una situación muy compleja por las comunidades asediadas desde grupos paramilitares, un cacicazgo gubernamental continuado a pesar del cambio democrático en 2018 y crisis como la migración de centroamericanos en la frontera sur de México.


"(Hay) una crisis de la forma tradicional de gobierno, de las estructuras de poder en Chiapas. Si bien el gobierno actual en Chiapas trae el sello de Morena y viene con el partido Morena, hay que recalcar que poco se han modificado las estructuras familiares, clientelares que gobernaban también con el Partido Verde, con el PRI y con la alianza del PAN-PRD", señala Romero.


"Las familias que gobiernan en distintos lados se repiten y uno lo puede ver no sólo con la presencia del exgobernador (Manuel) Velasco sino también con las relaciones familiares que tiene el actual gobernador, Rutilio Escandón, vía su matrimonio y el secretario de Gobernación del país", distingue el estudioso de la UNAM.


Junto a esto, Chiapas enfrenta el llamado corrimiento de las fronteras, explica Romero, donde la violencia migratoria que antes se registraba en ciudades como Tijuana o Juárez, en la frontera norte de México, con más de 3.000 kilómetros en contacto con Estados Unidos, ahora ocurre en la línea divisoria con Guatemala, en el sureste del país.


El trasiego de drogas, la trata de migrantes, la disputa por el territorio y otras violencias que vienen con las agresiones trasnacionales se han trasladado a Chiapas durante 30 años del neoliberalismo, dice Romero.


Así, la llamada guerra contra el narcotráfico del expresidente Felipe Calderón se suma a una guerra paramilitar del Estado contra los pueblos originarios chiapanecos, denuncia el universitario.


Gobiernos estatales y municipales se combinan con el crimen organizado para permitir operaciones ilícitas como la trata de mujeres, la extorsión y el secuestro, acusa.


"Hay que señalar también la disputa de los cárteles que están presentes en la zona, la todavía no consolidación y el papel difuso que está implementando la Guardia Nacional, el proceso de militarización y la insurgencia (de pueblos originarios)" que eligen la vía de la autodefensa, señala Romero.


"Estamos ante una situación grave, de antesala de guerra civil, que es precisamente la que han advertido los zapatistas y me parece que poco se ha tomado la atención desde el Gobierno central y otras instancias de Gobierno", considera.


A este clima de inestabilidad se suman problemas en el proceso de vacunación contra el COVID-19 en la entidad, conflictos socioambientales, mineros, de tala ilegal, además de desatención de demandas de estudiantes normalistas, que reclaman mejoras en sus condiciones laborales en un proceso histórico de décadas.


Perspectivas del Ejército Zapatista en 2022


Dos ejes de tareas pendientes se presentan en los enfoques a futuro del EZLN, a decir de Raúl Romero: la supervivencia ante los embates en su contra y la habilidad y sensibilidad para articularse con otros movimientos, luchas sociales y reclamos populares en el país para fortalecerse mutuamente.


"Lo primero y lo más grave es sobrevivir a la violencia, lo cual no dudo que va a suceder porque ellos tienen un proceso organizativo que cuando se acompañan de las comunidades desde abajo pues pueden responder", apunta el universitario, pese a las amenazas constantes de narcoparamilitares e incursiones territoriales del propio Ejército federal.


"(El segundo elemento) es la articulación con otros pueblos, movimientos y sectores sociales que están en el país movilizando y que están en el país articulándose y que ven al zapatismo como un referente", apunta.


En ese sentido, recuerda, el EZLN llamó recientemente a la solidaridad ciudadana con los migrantes que atraviesan México desde Centroamérica rumbo a Estados Unidos o a la participación en el plebiscito para juzgar a los expresidentes Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, una iniciativa impulsada por el actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador.


"Y desde luego está también presente la alianza clara que tiene el zapatismo con los encuentros de mujeres", dice Romero.


De la consolidación de estas alianzas en la lucha popular de las diversidades sexuales, las víctimas de desaparición, migrantes, pueblos originarios, mujeres, víctimas de violencia criminal y estatal, considera el universitario, no sólo saldrá robustecido el EZLN sino el movimiento social en general, con su lucha anticapitalista, antipatriarcal, antirracista, y en su exploración de alternativas en la persecución de la justicia.

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