Publicado en Camino al andar, 2 de junio de 2021.
Pintura: Base de apoyo zapatista.
Desde abajo a la izquierda deben surgir las ideas y los cambios de arriba y a la derecha. La organización social y política que se ha desarrollado para aquellos miles de millones de personas que no vivimos en comunidades con territorio y cultura propios, es de devastación.
Después de la Segunda Guerra Mundial se pensó que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sería quien garantizaría la paz y la seguridad. Esto ha sido un fracaso. Durante la Guerra Fría la ONU fue un espacio más de la batalla ideológica, económica y de intereses políticos, pero nunca una institución que proveyera de soluciones concretas.
La constante violencia que afecta a sociedades aquí y allá no ha sido prevenida ni contenida. El Consejo de Seguridad de la ONU, responsable de ello, mantiene el derecho de veto de sus cinco miembros permanentes: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña. Cualquier acuerdo que busque proteger a las poblaciones inmersas en violencia debe contar con el visto bueno de estos países. No ocurre. De manera recurrente estas potencias económicas y militares protegen a los países que son sus aliados al tiempo que dejan de mirar a las personas víctimas de la violencia. Si se busca reducir la violencia es necesario reformar el Consejo de Seguridad y su derecho de veto. Adicionalmente, es necesario redefinir la idea de soberanía. A pesar de que la Responsabilidad de Proteger habla de que los gobiernos no ejercen esa soberanía como un cheque en blanco, aquellos que no protegen a sus poblaciones carecen de legitimidad para escudarse en ella. Debemos replantear ese concepto para atajar la violencia generada desde el Estado.
Desde hace años sabemos de la gravedad del cambio climático. Muy poco se ha hecho para contenerlo, los modelos de explotación irracional de recursos se mantienen. Urge replantearse el modelo económico de devastación y muerte.
El siglo XXI es y será uno de migraciones y refugio. La violencia lleva a millones de personas a buscar seguridad fuera de sus países. Aquellos países que después de la Segunda Guerra Mundial crearon el andamiaje jurídico y político para garantizar el refugio son los que hoy lo niegan. Son responsables en buena medida de la violencia al no contenerla y respaldar a gobiernos criminales, son los principales generadores del cambio climático y las condiciones económicas de precariedad, pero no asumen las consecuencias de estos hechos. Los flujos de refugiados no se detendrán y seguirán siendo rechazados. Es una bomba de tiempo.
Estas son tan solo tres de las múltiples agendas que para ser resueltas se requiere de respuestas globales, de instituciones multilaterales, de democracias responsables. Sin embargo, lo que tenemos es discurso de odio, fanatismo y ultranacionalismos. Una incapacidad de abrazar la otredad, las y los otros son irrelevantes. Los límites de lo intolerable se difuminan. El diálogo y la razón están en desuso.
Al parecer se requiere llegar aun más bajo, de mucha más violencia para hacer un alto, reflexionar y cambiar. Las alternativas deben llegar de una articulación amplia de abajo a la izquierda.
Jacobo Dayán
@dayan_jacobo
Jacobo Dayán es especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos. De 2007 a 2013 fue Director de contenidos del Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México. Profesor de la materia de Genocidio y Crímenes de lesa humanidad en la Universidad Iberoamericana donde también conduce el programa radiofónico Bitácora DH. Coordinador académico de la Cátedra Nelson Mandela de Derechos Humanos en las artes de la UNAM. Columnista en el portal Aristegui noticias.
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